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Miércoles 27 de Nov de 2024
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El fin de Elba Esther Gordillo

Jorge Zepeda Patterson
Domingo 10 de Julio de 2011
 

¿Es posible un “elbazo”? ¿Hay manera de deshacerse políticamente de Elba Esther Gordillo? Desde luego es una tarea urgente, pero tendría que ver más con la filigrana que con el nocaut.


Si fuera virus, el fenómeno de la Maestra sería una mutación mucho más resistente y dañina que las versiones originales encarnadas en Fidel Velázquez e incluso en la Quina. Lo que ha sucedido con Gordillo y el poder que ha adquirido su grupo político rebasa los límites del mero corporativismo para incidir en abierto faccionalismo. Ningún presidente del país había entregado un pedazo del gabinete a cambio del apoyo de un líder sindical, como lo hizo Calderón. La formación del PANAL y su utilización como moneda de cambio de votos le ha permitido a Gordillo subastar su apoyo cada tres años en pujas cada vez más onerosas. Tras cada elección el SNTE emerge con más posiciones políticas, que a su vez lo hacen más poderoso, codiciado e invulnerable.

¿Cómo romper este círculo vicioso? El país, el sistema, tendría que reaccionar para conjurar este virus que amenaza la precaria salud de las instituciones. Pero, ¿hay manera de desmontar el poder de Elba Esther Gordillo?

Contra la opinión de algunos colegas, estoy convencido de que Calderón no tiene posibilidades de operar un quinazo en contra de la Maestra. Primero, porque carece de los instrumentos políticos: el Congreso, dominado por los priistas, ya salió en defensa de la líder al iniciar una investigación en contra de Miguel Ángel Yunes, su detractor. El poder judicial, que tendría que ser el ejecutor de tal quinazo, carece de la solvencia técnica para encarar a un enemigo más poderoso que el enfrentado en los casos fallidos de Michoacán y Hank Rhon.

En una palabra, frente al formidable tablero de botones y palancas que tuvo Carlos Salinas para deshacerse de La Quina, Calderón da manotazos fútiles en un escritorio donde lo más pesado que existe son los pisapapeles. Particularmente ahora, que el poder ascendente, Enrique Peña Nieto, ha arropado bajo su manto protector. No muchos querrán meterse con ella.
Pero sobretodo, el Presidente no puede arriesgarse a incendiar la pradera en el último año de su gobierno. Lo que hacen los maestros disidentes en Oaxaca es un probable escenario en pequeña escala de lo que podría suceder a escala nacional si el SNTE tuviera que luchar por sus prebendas. Las protestas del SME constituyen un juego de niños comparado con la potencial inestabilidad que provocaría más de un millón de maestros movilizados.

No creo, pues, que vaya existir un elbazo en lo que resta del sexenio. Pero sí creo que el próximo gobierno, no importa de que partido sea, tendrá como prioridad en su agenda desmontar el poder del SNTE, particularmente en materia electoral. La autonomía de Gordillo, y sus lealtades esquivas y efímeras resultan disfuncionales para el poder central. El proyecto político de Peña Nieto, está centrado en el restablecimiento de una suerte de presidencialismo para ampliar los márgenes de maniobra de Los Pinos. Necesariamente esto implica reducir la fuerza que ante el vacío de poder han adquirido los poderes de facto: gobernadores, cárteles, líderes sindicales y monopolios (a propósito de monopolios, todos nos preguntamos cuál podrá ser la relación entre Peña Nieto y Televisa, en caso de que el priista gane la presidencia. Pero ese es harina de otro costal).

El mejor momento, el único, para enfrentarse a un poder tan grande como el de la Maestra es a principios del sexenio, mientras un presidente aún disfruta del bono de popularidad que otorga el triunfo. El manual del buen político, inventado por los priistas, indica que la manera más tersa de lograr el descabezamiento de un líder sindical es mediante la construcción de un liderazgo alternativo al que con paciencia y jalea real puedan hacer digno de la corona. Fue la manera en que Salinas destronó a Carlos Jonguitud y convirtió en reina del panal a Elba Esther.

Las relaciones entre Gordillo y Peña Nieto apenas comienzan, pero serán decisivas en el desenlace de esta historia. Todo favorece al aún gobernador, a condición de que maneje bien sus fichas. Fox y Calderón estaban más urgidos de una alianza con la Maestra pues enfrentaban comicios mucho más competidos que Peña Nieto. No creo que el del Edomex vaya a comprar tan caro como los panistas el amor del PANAL. Entre otras cosas porque Elba Esther ha quemado naves con el PAN y es intransitable para López Obrador. El reciente pleito de la Maestra con Calderón, no hace más que abaratar el costo de la negociación para Peña Nieto. Podrían bastar algo de cariño, y un poco más, probablemente. Eso le dejaría al nuevo equipo más amplios márgenes para someter al poder desmesurado de Gordillo.

Cualquier otros escenario, me parece, condena al país al riesgo de una desestabilización con daños de difícil pronóstico, o peor aún, una Elba Esther transexenal y eterna.

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