La crisis económica viene de regreso, advirtió el Presidente Obama en una rueda de prensa, la semana pasada en Washington; y es noticia que está convocando una frenética búsqueda de antídotos para proteger su mercado interno, por la vía de sus políticas públicas, antes que les pegue de nuevo una recesión.
Y en la misma semana el Gobernador del Banco de México, le comunicó a los mexicanos, que el país estaba blindado contra los efectos de los desórdenes económicos y financieros provenientes del exterior.
Una vez más la causa es la zona Euro de Europa Occidental, y lo peor es que Grecia ya no está sola; La acompañan con sus respectivas crisis España, Portugal e Irlanda y ahora, hasta Italia. Es evidente que el contagio en esa zona haya sido fuerte, y los vasos comunicantes al resto del mundo se manifiestan en su disminuida demanda de bienes y servicios, con derivaciones hacia el desempleo. Esa evolución tampoco dejará de afectarnos.
Y otra amenaza contra los consumidores mexicanos viene de la elevación de los precios mundiales en los granos y productos alimenticios. Nos afectará a todos porque elevará la pobreza alimentaria en el segmento de menores ingresos, ya que el maíz está entre los productos que han escaseado.
Luego, también nos llegará el efecto recesivo de la economía norteamericana, que viene perdiendo fuerza, dada su integración con Europa Occidental. Desde junio ha venido disminuyendo su demanda de autos mexicanos; pero esos primeros efectos han sido todavía de baja intensidad. El problema está en lo que viene.
En el mejor de los casos, el crecimiento del PIB nuestro bajará solo un poco, pero dependiendo de la intensidad de los golpes, podría ser bastante más fuerte. De ahí la importancia de hacer algo. Debemos fortalecer nuestro mercado interno.
En el Colegio Nacional de Economistas hemos venido insistiendo, desde que iniciamos el año pasado nuestros foros regionales para debatir sobre la urgencia de adoptar “un Nuevo Modelo de Desarrollo Económico”, dado el fracaso del actual, que nos ha tenido creciendo a una tasa promedio anual de aproximadamente 2%, en términos reales, durante los últimos 30 años, en que ha crecido el desempleo y la pobreza en México y el júbilo oficial por el 4.5% del año pasado y el 4% que se esperaba para este 2011 ya no es más, porque está en serio peligro de no lograrse.
La semana pasada también fueron convocados los altos funcionarios, miembros del Consejo Europeo, para asistir a una reunión de emergencia, si bien se dijo que se trataba “de una reunión de coordinación y no de crisis.” También se dijo inicialmente que “el caso italiano no estaba en la agenda”. Pero ambos casos se van a dar.
Para nosotros fortalecer el mercado interno implica actuar en varias de las políticas públicas; por lo menos en: 1. En la política hacendaria; 2. En la política crediticia; y 3. En las políticas de equilibrio externo.
La política hacendaria, necesitaría asignar recursos a la inversión complementaria que se requiere para inducir la inversión de los sectores industriales privados de la economía; y la política crediticia, para canalizar créditos de largo plazo de la banca de desarrollo, para apoyar las inversiones de las empresas del sector privado, que también deberán buscar fuentes de financiamiento de corto plazo de la banca comercial que opera en México.
Por su parte, el sector agropecuario necesitará abundante crédito para la producción de granos, como maíz y trigo. La crisis que se ha dado en el campo mexicano se ha debido, en parte, a que las tierras ejidales, que no tenían acceso a financiamiento de la banca comercial, tuvieron que dejar sin producir muchas hectáreas de tierras ejidales, que bien podrían producir cuantiosos montos de granos para el consumo de México.
En cuanto a las acciones para lograr alcanzar equilibrio externo, éstas no requieren de financiamiento sino de acciones administrativas por parte de la Secretaría de Hacienda y del Banco de México, para disminuir las entradas de capital golondrino a la economía; porque su efecto solo infla las reservas internacionales y fortalece el peso más allá de su equilibrio de mercado, lo que hace que se incentiven las importaciones en vez de que se oriente la demanda a adquirir productos del mercado interno.
Ya se logró disminuir las presiones inflacionarias y no se necesita que la política cambiaria siga operando como un instrumento anti inflacionario.