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Sábado 23 de Nov de 2024
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Londres, México y Blackberry

Jorge Zepeda Patterson
Domingo 14 de Agosto de 2011
 

Entre más descripciones leo sobre los disturbios en Londres, más temo por México porque cubrimos cabalmente todos los factores que han jugado en la revuelta juvenil inglesa. Peor aún, en México superamos en intensidad y en cantidad los ingredientes que hasta ahora se han señalado: Ninis y falta de oportunidad para los jóvenes, bandas de delincuentes, marginalidad, desprecio por la ley, violencia policiaca… y celulares.
 
Y si a esto aunamos los antecedentes de violencia espontánea en pueblos y barrios, cada vez más proclives al linchamiento incluso contra policías, tendríamos que preguntarnos si no estamos ante una bomba de tiempo.
 
Algunos (y enfatizo sólo algunos) de estos factores se combinaron muy favorablemente en las revueltas árabes de los últimos meses, particularmente en Túnez y Egipto. La falta de oportunidad para los jóvenes, la exasperación frente al sistema, la reacción a la violencia policiaca y las nuevas redes sociales propiciaron la caída de regímenes autoritarios. Una mezcla virtuosa de algunos componentes de esta fórmula.
 
Y en Chile, aunque con muchas variantes, algunos de estos ingredientes son reconocibles en las protestas masivas que los estudiantes están realizando para mejorar la educación universitaria. En España el movimiento de Los Indignados tomó las calles de manera pacífica para expresar, de otra manera, el mismo sentimiento: su rechazo a una sociedad que no les ofrece un futuro, que los margina y de la cuál desconfían profundamente.
 
Me temo que la versión mexicana de una rebelión juvenil podrían generar una mezcla más explosiva que en el caso de Inglaterra. The Economist asegura que el fondo de la explicación debe encontrarse en la debacle moral de los jóvenes ingleses que han perdido la noción de lo que es correcto e incorrecto, en la desconfianza y el desprecio ante la ley y las policías, la falta de oportunidades y la descomposición social y familiar. Otros, destacan el papel activo que en esta ocasión jugaron la bandas delincuenciales promoviendo directamente el saqueo indiscriminado a través de mensajes directos de Blackberry (que permite enviar mensajes masivos sin costo a todos los contactos).
 
En muchos de estos ingredientes México es cinta negra. El desprecio por la ley y la desconfianza hacia la policía es endémica. La corrupción e impunidad de los poderosos en todas las áreas de la vida social (desde un Mario Marín en el gobierno hasta un Onésimo Cepeda en la Iglesia) hacen de muchos jóvenes cínicos irremediables. ¿Cómo podría ser de otra manera si todos los días la sociedad le confirma que “el que no tranza no avanza”? Es un hecho que el resentimiento acumulado en la periferia de nuestras ciudades no es menor que en los barrios populares ingleses, y en cambio sí es mayor la proporción de Ninis con respecto al total de la población.
 
Y si David Cameron, el primer ministro británico, tiene razón al afirmar que la delincuencia fue decisiva en el crecimiento exponencial de esta revuelta, mas nos vale ir perdiendo el sueño. Las bandas juveniles inglesas son una combi de monjas comparadas con nuestros cárteles, capaces de controlar Tamaulipas, regentear el tráfico en Monterrey, imponer presidente municipales en Tierra Caliente y repartir degollados por medio país.
 
Según la Encuesta Nacional de la Juventud de 2005, la más reciente, 22 por ciento de la población entre 12 a 29 años no estudia ni trabaja, es decir poco más de siete millones de jóvenes. Eso fue hace 6 años. ¿Cómo explicarle a tantos millones de muchachos y muchachas que no tienen sitio en la sociedad, que no hay educación para ellos pero tampoco empleo? En suma, ¿cómo decirles que no caben en esta casa, en el mundo? ¿Qué se supone que van a hacer con esa realidad?
 
Y por comunicación digital no paramos. Pocos tienen un Blackberry pero casi todos un celular. Seis millones de jóvenes que, gracias a las redes sociales ya no estarán rumiando solos la exclusión propiciada por el modelo económico.
 Hasta ahora en México los “exabruptos” han sido aislados y contenidos localmente. Los linchamientos se han dado en la periferia y remiten al resentimiento de las comunidades frente a la autoridad, más que a un problema de Ninis. Por otra parte, las frecuentes marchas políticas y sociales en la Ciudad de México no han derivado en confrontaciones lamentables con la policía. Tampoco hay, por fortuna, una tradición de pillaje y destrucción como efecto colateral de tales marchas.
 
Pero todo indica que estamos expuestos a la eventualidad de un chispazo desafortunado. La descomposición social, la exasperación y la falta de oportunidades para tantos, constituyen un pajar en busca de cerillo. Está claro que esta pradera puede incendiarse. La tentación de evitar el chispazo puede conducirnos simplemente a fortalecer policías y a endurecer controles sobre las redes sociales, como propone Cameron. Mejor sería comenzar a preguntarnos cómo desmontar el pajar tan grande y abandonado en que están convertidos nuestros jóvenes.
 
www.jorgezepeda.net
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