Por supuesto que en el desplegado donde anuncia que no estará en la convocatoria para ser candidato a la presidencia por su partido hay muchos mensajes. Unos clarísimos, otros más sutiles. Lo cierto es que después de haber empujado bien y sostenidamente con ideas y propuestas para enriquecer lo que será el programa definitivo de Enrique Peña, Beltrones supo encontrar la más acabada y mejor forma de ser útil.
Lo ha hecho con su singular forma de describir el universo nacional, con serenidad y con elegancia. No se ha valido de una simulación como la que hicieron Ebrard y Obrador, los cuales no dieron a conocer las preguntas puesto que una vez conocidas y filtradas a diversos medios, se vio que consistían en comparar a los precandidatos de izquierda con Enrique Peña y ambos salir derrotados. El tabasqueño, que mejor se colocaba, fue al que coronaron, cuando en estricta lógica debieron haber aclamado como vencedor al mexiquense.
Volviendo a Beltrones, es pertinente reconocer la sagacidad al elegir el momento en que escribió y publicó su texto. Lo hace cuando falta sólo una semana para participar en la convocatoria, su verbo político permite dar a conocer lo que piensa y los sentimientos que lo nutren; no hay reproches ni amargura, permite dar espacio a las reacciones naturales y se sube al pódium de vencedor en la adversidad.
De este modo, la clase política lo reconoce como alguien sin parangón y su partido reconoce queestá en deuda con él. ¿Se puede pedir más para alguien quien dueño de todos sus derechos, declina a participar y con ello no lesionar a su partido y a su amigo, quien queda claramente como aspirante único?
¡Manlio eres grande!
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