Seguramente que de no ser por la algarabía y la borrachera deportiva al influjo del bicampeonato de los Yaquis, esta ciudad estaría ahora entre el estupor y el miedo. Por definición, disminución de la actividad de las funciones intelectuales, acompañada de cierto aire o aspecto de asombro o indiferencia. Como decía aquel slogan de un conocido comercial de televisión; cuatro muertos y un encobijado encontrado en un canal de riego, en menos de 48 horas, así lo garantizan.
El último de ellos, para más señas, ocurrido a escasos doscientos metros de Palacio Municipal, y a unos metros de un centro educativo para menores y a escasas horas de que el alcalde de Cajeme, Manolo Barro haya levantado la mano para lanzar un desesperado S. O. S. a los gobiernos estatal y federal, en busca de mayores apoyos policiacos.
Algo, seguramente, que venga a contener la cada vez más violenta ola de sangre que parece enseñorearse con Cajeme y sus habitantes y que nos lleva a añorar aquel pueblo sencillo que por tantos años nos tocó disfrutar a los cajemenses que tuvimos la fortuna de nacer a mediados del siglo pasado, casi, casi en los sesentas, sin duda, una de las mejores épocas, ojo, no solo para Cajeme o Sonora, sino para el mundo en general, de acuerdo a las efemérides de aquellos tiempos, salvo, por supuesto, para los miembros de la dinastía Kennedy que tuvieron la desgracia de perder a uno de sus más representativos y destacados hombres, el ex presidente John F Kennedy, cazado en pleno recorrido cuando realizaba una gira por Dallas, Texas.
Por extraña coincidencia, me tocó estar presente, escasos minutos después de ocurrido el ajusticiamiento de los dos jóvenes acribillados a un costado del Colegio de Bachilleres y ahí pude ver cómo de forma, ya casi rutinaria, municipales y estatales, acuden al lugar de los hechos, como quien dice, a llenar las formas, cumplir con el requisito.
Prácticamente a levantar un parte informativo que tendrá el mismo destino; el archivero general de la Procuraduría y del que muy pocos hacen referencia; el de los crímenes impunes, los que no salen en la foto y los que ni por asomo se mencionan en los informes de gobierno. Son cosa juzgada, curiosamente, por el solo hecho de tratarse de un ajuste más de cuentas. A fin de cuentas, ¿ a quién le importa?, pareciera que se preguntan. Los agentes, como en el corrido, se saludan y se van.
Ríen, gritan, al momento en que dos de ellos tienden la clásica cinta amarilla con el letrero de “ no pase”, para delimitar y resguardar la escena del crimen. En ese momento pienso que al paso que vamos, no van a alcanzar las cintas amarillas para delimitar escenas porque Cajeme, a la par de Juárez y otras ciudades del país está a punto de convertirse en toda una escena del crimen en donde en materia de seguridad y justicia sigue sin pasar nada.
Cuando ya están a punto de llevarse el auto con los cuerpos de los jóvenes muertos, adentro, llegan dos unidades del ejército que parecieran la mera verdad. Casi al trote descienden de los vehículos militares, levantan nota y de nuevo al patrullaje con el que se supone, mantienen blindado a Cajeme de este tipo de acciones, suposición que cae por su propio peso cuando horas después, de nuevo el rugir de metralla y más muertos y más preguntas; ¿ Y los filtros policiacos, y los retenes y las revisiones a antros y cantinas en donde seguirán encontrando siempre lo mismo; parroquianos con ganas de libar y un que otro atarantado que no pasa de que se le hayan pasado los copas.
FIERRITOS EN LA LUMBRE
El que insiste en hacer valer la calificación que le acaba de dar el ombudsman sonorense, Raúl Arturo Ramírez, es el director del Cereso en Cajeme, Juan Manuel Saavedra, quien a escasas horas de ser considerado como el Centro Penitenciario en donde menos se observan los derechos humanos de los reclusos, fue denunciado por un grupo de familiares de estos, acusándolo de prepotente y arbitrario al prohibirles el acceso a las celdas, en algunos de los casos y de haber sido enviados a Hermosillo, sin justificación alguna y no obstante al amparo con lo el que contaban y que los protegía de cualquier traslado.
Las familias en representación de media docena de reclusos, hicieron saber ante los enviados del titular de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos que el referido funcionario no sólo no ha respetado los amparos que se le presentan, sino que se los rompe en su cara, a la vez que hace alarde de sus fuertes relaciones con funcionarios del gobierno estatal.
Y hoy, no otro, es el día en que aquellos que se sientan con traje de torero estarán registrando su candidatura ante el Comité de elecciones del PRI para buscar el pasaporte que los lleve a contender por una diputación federal de
las siete que estarán en juego en Sonora para los próximos comicios de julio. Y finalmente, a la renuncia de Abel Murrieta al cargo de Procurador en Sonora, se suman las registradas en Hermosillo, del Pano Salido y del e ahora ex secretario del Ayuntamiento de Hermosillo, Gildardo Leal, en busca, los tres, de que la diosa fortuna de la política les sonría y les lleve a ocupar un cargo que los mantenga en la liana, aunque sea por tres años más.
Sugerencias y comentarios; premiereditores@hotmail.com