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Fisuras en el PRI

Jorge Zepeda Paterson
Domingo 22 de Enero de 2012
 

Algo más grave que simplemente una disputa por los puestos del Senado está sucediendo al interior del PRI. Lo de la ruptura con el Panal es resultado de un cálculo político, pero también de la reacción de la élite tradicional del PRI en contra del grupo del Edomex y sus recientes errores.

Todo comenzó con la caída de Humberto Moreira. Y es que con la llegada del ex gobernador de Coahuila a la dirección del PRI, el equipo de Peña Nieto había alcanzado la cresta de la ola dentro del partido. A mediados del año pasado la intención de voto a favor del candidato alcanzaba cotas superiores a los 40 puntos sobre su rival más cercano en la disputa por la Presidencia, dentro o fuera del PRI. Y la alianza que había logrado con una docena de gobernadores había permitido al equipo de Peña constituirse en el poder de facto en la Cámara de Diputados. En suma, los mexiquenses habían logrado desplazar el centro de gravedad del partido de la Cámara de Senadores y la sede central a Toluca y Atlacomulco.

Los arreglos que se hicieron con el Panal y el PVEM de cara a las elecciones respondían a esa correlación de fuerzas dentro del PRI. Pero era la correlación de fuerzas de hace cuatro meses. La alianza con esos partidos implica que distintos cuadros del PRI debían ceder sus posiciones en estados como Chiapas, Veracruz, Puebla, Sinaloa, Jalisco, Quintana Roo, DF, Estado de México y Zacatecas. En ese momento el peso del peñanietismo podía imponer entre sus correligionarios los sacrificios implicados.

Pero esa correlación de poderes ha cambiado. Sin duda, el equipo de Peña Nieto sigue siendo la fuerza central y el de mayor capacidad de negociación, pero en condiciones de menor fuerza que hace meses.

Primero fue el cuestionamiento público a Humberto Moreira por su deplorable manejo de las finanzas públicas de Coahuila y su consecuente caída de la presidencia del PRI. Fue un duro golpe para Peña Nieto porque a través de Moreira el grupo mexiquense había controlado la cabina de mando del PRI nacional y lo venía manejado a su total discreción.

Los cuadros tradicionales aprovecharon la coyuntura para restablecer algún equilibrio. Pedro Joaquín Coldwell, perteneciente a esta línea, asumió la presidencia del partido y obligó a una agenda de negociación más inclusiva de las distintas fracciones y sectores corporativos.

Luego vinieron los errores de diciembre del candidato presidencial. La imagen inmaculada de Peña resultó arañada por vez primera por una serie de descuidos y dislates, ampliamente comentados en los medios y las redes. Más allá de las limitaciones que pudieran expresar sobre las capacidades del candidato, la clase política interpretó estos incidentes como falta de oficio y descuido de parte de los equipos que rodean al ex gobernador del Estado de México.

En círculos priístas rondó la noción de que por más ventaja que tuviese el partido y su candidato frente a los rivales, el triunfo en las elecciones de 2012 no estaba garantizado. Entre los viejos oficiantes de la política comenzó a consensuarse la necesidad de no dejar la totalidad de la operación electoral en el equipo mexiquense. En las últimas semanas y en torno a Coldwell y Beltrones se han reagrupado distintos intereses que argumentan a los peñanietistas que el partido no nació en 2011 y que se requiere de todos para recuperar Los Pinos.

En esta nueva correlación de fuerzas, los sacrificios exigidos meses antes ya no tenían cabida. Demasiado pedir en aras de un ex aliado, el Panal de Elba Esther Gordillo, con el que esos mismos priístas se habían dado cuchilladas en las elecciones de seis años antes. Gordillo se jacta de que salió del PRI jurando que Madrazo no ganaría la Presidencia en 2006 “y se lo cumplí”. Fue una promesa que se cumplió a codazos y patadas a lo largo de las trincheras de todo el territorio entre operadores del magisterio y priístas. Pedirles ahora a esos mismos cuadros que cedieran su puesto en el Senado a la hija y al yerno de Elba, entre otros, equivalía a inmolarlos. Era algo que Peña Nieto podía hacer en septiembre, tal era su fuerza, pero no ahora.

El Panal retirará de su plataforma el voto presidencial a favor de Peña Nieto y optará por su propio candidato. Difícil calcular el impacto en número de votos. Pero lo habrá. Sin embargo, el PRI ha preferido restablecer sus equilibrios internos. Algo bueno podría salir de todo esto. Un partido más ventilado y, en una de esas, un sexenio sin Elba Esther. Aunque me temo que ya pasó el Día de los Reyes Magos.

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