Por Jorge Zepeda Patterson
Maritza Díaz Hernández acusó a Peña Nieto de ignorar al hijo que tienen juntos, y de hacerse omiso con su responsabilidad económica. Eso y otras aseveraciones igualmente fuertes fueron subidas por la ex novia del candidato a su Facebook. El asunto se convirtió rápidamente en un escándalo en las redes.
Más allá de que sea relevante o no que un eventual presidente de México sea padre responsable o irresponsable, y cuánto tiene que ver eso con las tareas del puesto, lo que me interesa comentar es la manera en que las redes sociales han modificado la conversación pública.
O en otras palabras, difícilmente Maritza Díaz habría aceptado hablar con un reportero para hacer tales imputaciones ante una grabadora y una cámara. Le habría parecido demasiado “público”. Y sin embargo no tuvo objeción en hablarle de las intimidades familiares a su página Facebook, que hasta este martes tenía 672 amigos.
Este caso me hace pensar en la extraña e íntima relación que solemos entablar con twiter o Facebook, como si se tratasen de un espacio secreto y particular, confinado a los amigos. Gente que resulta despedida de su trabajo porque había pretextado una enfermedad para ausentarse y luego coloca fotos desde la playa. Parejas rotas porque uno de ellos no resistió la tentación de presumir sus conquistas en Myspace.
Hay algo secreto y solitario en el hecho de encerrarnos con un teclado y una pantalla para dar cuenta de intimidades que sólo reservaríamos a un diario personal o a un confidente cercano. Nos despojamos de todo pudor simplemente porque nos da la sensación de que no hay un auditorio, o que este carece de rostro. No nos damos cuenta que el tuit desinhibido lanzado a un red de 250 seguidores, equivale a subirse a un estrado micrófono en mano y hablar ante un salón abarrotado sobre intimidades que no nos atreveríamos a comentar en una charla de sobremesa.
No se sí es el caso de Maritza. Si consiente o inconscientemente fue la manera de salir de denunciar a Peña Nieto sin tener que recurrir a medios. Lo que si se es que los medios han cambiado. Que la conversación pública se nutre ahora de muchas conversaciones particulares, esas que por primera vez en la historia los poderes ya no controlan.
Las redes sociales conjuraron a SOPA la ley que intentaba restringir la circulación de materiales en el ciberespacio por razones de propiedad intelectual. Y eso a pesar de que grandes transnacionales, la industria de Hollywood, la prensa impulsaban esa ley y son los grandes contribuyentes a las campañas de los senadores que la promulgarían. Y sin embargo, las redes se impusieron contra los grandes poderes de facto.
Algo inusitado está sucediendo en la política y en general en los asuntos públicos gracias a la irrupción de las redes en la vida social. Para bien o para mal, es apenas el inicio.