Lo que no dicen los periodistas que día a día hacen la campaña de EPN
El miércoles pasado el equipo de Tercer Grado se rasgó las vestiduras por la violencia de los twiteros. De entrada, una cuestión ética comparto con ellos: las agresiones desde el anonimato no benefician a nadie y sí hacen daño, en un contexto de violencia donde la intimidación se acrecienta.
No extraña la manera automática en que relacionan la violencia con los obradoristas y con AMLO, al pontificar que: “la República del Amor ha sucumbido para dar paso a la república-dictadura del odio” ¿Cuál es la diferencia con la afirmación del 2006 de que AMLO era un peligro para México? Desde mi punto de vista, ninguna. Ambas vienen de los grupos de poder que han secuestrado a la insipiente democracia mexicana.
Olvidan “los periodistas” que el movimiento del 68 fue infiltrado con elementos de las fuerzas armadas, camuflados de civiles, para que dispararan a los uniformados y justificar la masacre, argumentando la salud del Estado. Por cierto, el mismo argumento diazordacista, dado por EPN, para justificar la represión en Atenco. En cambio reconocen que la lógica de la infiltración persiste en el PRI –viejo PRI, dicen ellos, deslindando al PRI moderno de EPN- al adjudicarle el fracaso de éste en el evento de la Universidad Iberoamericana, al vocero y presidente del partido por sus declaraciones de ver provocadores infiltrados, obviamente por AMLO y reconocer que la jornada en la IBERO fue excelente, según declaraciones del coordinador de campaña y el mismo EPN y exaltar la capitalización en el spot de EPN, donde, ante el abucheo de los estudiantes el candidato declara que “también gobernará para quienes no estén de acuerdo con él”.
Y el coordinador del programa concluye que el rechazo de los estudiantes a EPN, no se da por ser el candidato de PRI, sino por ser el candidato puntero. Esta es la magia del duopolio televisivo: los hechos los convierte en ficción noticiosa, desde la investidura de la imparcialidad periodística.
Reconocen también que hay grupos pagados de twiteros para hacer el jaleo en las redes sociales, pero en ningún momento se les ocurre que, parte de esas expresiones de violencia pudiera venir de provocadores; automáticamente, ellos desaparecen el anonimato y declaran la instauración de la república-dictadura del odio, desde la investidura profesional del periodismo.
Lo que las televisoras se niegan a reconocer por no hacerse un harakiri es la violencia que significa para la ciudadanía democrática un duopolio publicitario y propagandístico que niega la información imparcial y la opinión plural; niega la gestión legislativa, a través de la tele bancada, para impedir que sus intereses sean tocados y mantener su carácter de elector y árbitro que niega a los mexicanos el derecho al debate, para brindar protección a su candidato e infiltran una edecán para que dé la nota. Espero no se rasguen las vestiduras por el principio teórico de que las noticias se construyen, o por lo de la infiltración, que según ellos corresponde a los emisarios del pasado y no del “nuevo PRI” ni de las televisoras. “El debate es de quien lo necesita” y las candidaturas son desinteresadas por el servicio a la Nación.
Reconoce a los estudiantes el ejercicio del derecho de libertad de expresión, pero lo pervierte al interpretarlo y se niega a la discusión pública que le demandaron, sobre el también derecho ciudadano, a la imparcialidad de la información.
Niegan también que los simulacros universitarios electorales de la UNAM, TEC, IBERO y otras universidades, sean expresión de preferencias electorales, porque allí el candidato del PRI, para ellos candidato puntero, se despeñó.
Independientemente de la ficción o realidad de la encuestas y de la pontificación de los agoreros electorales, de que el candidato perdedor ya está preparando la descalificación de los resultados de los comicios, lo que se siente en una buena parte de la sociedad es que esta país no aguanta más una elección en estas condiciones de partidos que no representan los intereses públicos, árbitro disfrazado de ciudadano que es extensión de los partidos; televisoras que niegan la pluralidad de la nación y se erigen en medios propagandísticos de un candidato.
Los periodistas de Tercer grado esperan tener, en el futuro, una sociedad más civilizada que no los agreda –nosotros también-, pero además esperamos tener espacios televisivos plurales y periodistas imparciales y no ser violentados por el monopolio de la verdad. Es la percepción de una fracción de ciudadanos que va en aumento.
Independientemente de los resultados electorales, continuaremos la carrera de resistencia por una democracia ciudadana.
Rafael Lucero Ortiz
rlucero1951@gmail.com