En las últimas semanas hemos sido testigos o partícipes de eventos que reflejan cambios importantes en la percepción político-electoral de millones de mexicanos.
La movilización de miles de estudiantes de niveles medio y superior en diversas regiones de nuestro país, deja en claro su rechazo a lo que significa la candidatura presidencial de Enrique Peña Nieto, evidencia el hartazgo de los jóvenes por la política tradicional, de la que denuncia, corrupción, impunidad y represión.
Organizaciones no gubernamentales, enfocadas fundamentalmente en la defensa de Derechos Humanos, son protagonistas serios que cuestionan a fondo la forma en que el gobierno federal combate la delincuencia organizada, que solo ha dado como resultado más de 60,000 muertes violentas y un éxodo superior a los 200,000 desplazados.
El dinamismo de las redes sociales, se orienta a la búsqueda de nuevas opciones para el ejercicio de la política en todos sus ámbitos.
Por si fuera poco, empresarios importantes de diversas latitudes, igualmente expresan su preocupación por la falta de rumbo y certeza de la economía nacional y sus consecuencias.
El panorama descrito con anterioridad, obviamente no pasa desapercibido para los grupos de poder interesados en no perder sus privilegios, ante la posibilidad de verse rebasados, sus complicidades, antes ocultas en closets o cuartitos oscuros, hoy las hacen públicas: Con cinismo, Manuel Espino Barrientos, representante o líder de una asociación denominada “volver a empezar” pide el “voto útil” a favor de Enrique Peña Nieto, justificándose, porque en el 2006, muchos priistas, ante la marginalidad electoral de Roberto Madrazo Pintado, hicieron lo propio apoyando a Felipe Calderón. En ésta dinámica, es posible, que en los próximos días, Elba Esther Gordillo, en defensa de su oportunismo, ordene la declinación presidencial de Quadri a favor del nuevo priato, pues no hay que olvidar que la lideresa del SNTE, fue operadora descarada en búsqueda de apoyos de gobernadores priistas a favor de Calderón, lo anterior significa que el “prianismo” no es una denominación discursiva, su existencia es real.
La quita de máscaras de la cúpula de la derecha, debe preocupar, no les interesa la cultura democrática, salvo cuando les conviene, por lo que su reacción, apunta a la confrontación, pero un escenario similar o peor al del año 2006, no cualquier pueblo lo aguanta, por fortuna, el descaro de lo peor de la derecha, solo fortalece la intención de más ciudadanos por elegir un cambio político-social cierto, pero cuidándose de las provocaciones que están a la vuelta de la esquina.