La verdad es que siempre supimos que esto iba a ocurrir: Andrés Manuel López Obrador nunca ha aceptado una derrota electoral; las cosas no tenían por qué ser diferentes en 2012.
Al candidato presidencial de la izquierda le ha costado trabajo definir en este 2012, al igual que en 2006, cómo se le robó la elección. Primero dijo que el problema estaba en el PREP, el Programa de Resultados Electorales Preliminares, pero la afirmación resultó falsa y los técnicos de la UNAM que habían certificado el programa ratificaron que este no tenía problemas.
Después dijo que los resultados en las actas no correspondían a los votos depositados en las urnas, a pesar de que los representantes del Movimiento Progresista estuvieron presentes en casi todos los centros de votación del país. Exigió, por lo tanto, un recuento voto por voto, como lo había hecho en 2006.
Pero si hace seis años la legislación limitaba ese recuento, las nuevas reglas permitieron, en este 2012, la apertura de 78 mil paquetes. De hecho, se abrieron y recontaron 68 mil, sin que hubiera diferencias significativas sobre el conteo que hicieron originalmente los ciudadanos en los centros de votación. No se hizo el recuento en los otros diez mil porque los representantes del PRI declinaron, a pesar de que tenían derecho al recuento en las secciones en que su candidato quedó en un cercano segundo lugar.
Como no resultaron los dos primeros cuestionamientos, López Obrador argumentó que la elección se la habían robado por compra de votos. Acusó en particular a Soriana de haber participado en un programa de compra de votos, cosa que negó la cadena de tiendas. El candidato no sólo mantiene su afirmación, sino que este 18 de julio afirmó que los recursos provinieron de un esquema de lavado de dinero.
Los magistrados del Tribunal Electoral y los agentes del ministerio público de la Fiscalía para la Atención de Delitos Electorales están investigando todas estas acusaciones, como lo hicieron con anterioridad los consejeros del Instituto Federal Electoral.
Hasta el momento de escribir este artículo no se ha comprobado ninguna de las acusaciones, pero el Tribunal Electoral tiene hasta el 6 de septiembre para ofrecer su sentencia final y, en su caso, validar la elección.
Eslabones
No tenemos que ser adivinos para saber que, si determinan que la elección fue legítima, los magistrados serán acusados de traidores o corruptos, como lo han sido los consejeros del IFE y los funcionarios de la Fepade. Cualquier fallo que no le dé la Presidencia de la República a Andrés Manuel será considerado como una cadena más de una gran conspiración para impedirle llegar al poder.
Quizá hay que entender el pensamiento del candidato. Tanto en 2006 como en 2012 ha dicho que un triunfo de la derecha, primero encarnada por el panista Felipe Calderón y posteriormente por el priista Enrique Peña Nieto, es moralmente inaceptable.
Para López Obrador todos los políticos mexicanos son corruptos, excepto él y quienes lo apoyan.
Yo no sé si Andrés Manuel sea honesto. De lo que no tengo duda es de que ni en 2006 ni en 2012 los electores mexicanos le dieron el triunfo. En 2006 su derrota fue por muy escaso margen, pero en 2012 rebasó los 3.2 millones de votos.