Fernando Navarro López
En mundo actual es cada vez más complejo a la luz de los diversos aspectos que asume al observador contemporáneo, sin embargo en el fondo de los problemas humanos subyacen las mismas raíces ancestrales que nos han acompañado a lo largo de la historia.
Al acentuarse el crecimiento poblacional en esta última etapa de la historia, se incentivó la formación de nuevos países lo cual permitió que se reprodujeran los fenómenos que caracterizaban a las tribus cuando eran nuevas. Los problemas entre los países nuevos fueron por límites territoriales, gobiernos hegemónicos, rutas de comercio, etc. Conforme se estabilizaron las fronteras a base de guerras, invasiones, escisiones, compras, etc., la atención se centró en las formas de destacar entre las demás naciones enraizando en la gente, a partir de las diferencias raciales y diferencias lingüísticas los conceptos de patria y nación, los cuales han sido utilizados más frecuentemente para dividir a la humanidad que para identificar y preservar las variadísimas culturas locales en que ha sido posible se exprese el alma humana.
Actualmente ya se vislumbran la aplicación de impuestos planetarios o globales pues la tecnología les permite a quienes la controlan beneficiar o perjudicar al mundo entero. El derrame de petróleo en aguas profundas y el dilema de la basura espacial a la deriva, por mencionar solo algunas, son amenazas que se ciernen sobre nosotros desde hace algunos años, como ejemplos palpables de que las predicciones para el futuro ya nos alcanzaron.
A pesar de que hay zonas del planeta que aún no salen de la etapa inicial por sus conflictos intestinos y problemas limítrofes, la mayoría ya se encuentra en la segunda etapa de franca competencia entre naciones en la que los objetivos giran alrededor del desarrollo y el progreso, a pesar de que las reglas básicas que actualmente se aceptan para lograrlo son una trampa que a manera de telaraña atrapa a todos los participantes en una encrucijada inherente al actual sistema financiero, político y económico: no puede haber progreso permanente para todos los países al mismo tiempo, ni superávit comercial. Como no puede haber empleo al 100 % en ningún país. Además, las organizaciones de países siguen basadas en la fuerza de sus integrantes, que proponen, apoyan o vetan los temas no en función del bien común, sino de sus muy particulares intereses.
La tercera etapa recién inicia pero ya no está protagonizada por las naciones sino por las corporaciones que al globalizarse han replanteado las prioridades y dispersado los centros de decisión haciéndolos ubicuos, lo cual ha colocado al mundo entero en una nueva encrucijada cuyo primer efecto es el de tener organizaciones privadas con fines de lucro con más poder que algunos gobiernos. Estas empresas primero se enfrentaron a los gobiernos, pero ahora se han infiltrado en sus estructuras haciendo desde adentro lo que primero intentaron desde afuera. Ahora los empresarios han dejado de sufrir a los políticosconvirtiéndose ellos mismos en los gobernantes.
Al convivir los países entre sí y encontrase en diferentes etapas de su desarrollo las cosas se han complicado aún más con múltiples leyes nacionales y un sinnúmero de organismos internacionales que intentan poner orden en medio de una mezcla caótica de acontecimientos que dan cuenta del frenético ritmo de vida a que se nos quiere acostumbrar. Todo esto está siendo aderezado con crisis recurrentes y guerras que no cesan de originarse por las mismas razones de siempre mientras se siga usando el mismo sistema financiero que se basa en la avaricia, el uso de la mentira y la prevaricación para logar engaños generalizados, como quedó demostrado claramente al originarse la crisis del 2008, que aún no termina.
Estas cosas seguirán exponiéndonos a que lleguen al gobierno de cualquier país gentes sin escrúpulos que, a la primera oportunidad, recurren a la guerra en búsqueda de sus objetivos y así prolongan lo absurdo como algo permanente.
La gran ausente en las relaciones humanas actuales y por extensión en las relaciones internacionales es la compasión.
Las universidades de todo el mundo enseñan a las nuevas generaciones a desenvolverse en un ambiente hostil, de feroz competencia comercial, en el que la astucia se premia mejor que a la inteligencia creadora. Se alimenta así un sistema en el que no hay cabida para la misericordia. Generando y manteniendo un círculo vicioso.
De la misma manera que en términos físicos a toda acción le sucede una reacción así es en términos morales: todo lo que hacemos o dejamos de hacer genera una consecuencia. Es importante recordar que el antídoto a la ambición, la venganza y la traición, que conducen a la mentira deliberada y a la confabulación para delinquir es precisamente el perdón. Ese perdón que nace de la comprensión que produce el amor a los demás y que se fundamenta en la misericordia.
No solamente acumulamos karma por el mal que hacemos, sino también por el bien que no hacemos estando posibilitados para hacerlo. La omisión, cuando es deliberada se parece a la comisión.
Las leyes están dominadas por la venganza, su base principal es la desconfianza, la profunda desconfianza que produce el que se escriben desde la perspectiva de que irremediablemente se intentara evadirlas, por lo que el camino que les conocemos a las leyes penales es el del recrudecimiento de las penas. La respuesta máscomún a los desafíos a las leyes es el aumento de los años de cárcel.
A La ley del “ojo por ojo, diente por diente” se le debe de anteponer la ley de la misericordia.
El uso de la venganza, el cultivo del odio, las ansias de acumulación y la proliferación del delito se pueden enfrentar practicando la misericordia.
El amor a la humanidad y el perdón a la debilidad ajena hace posible evitar condenar a los demás, cuando tropiezan.
Sin embargo las dificultades propias de la convivencia humana cuando algunos participantes están dominados por la reincidencia en el delito, cuando han optado evidentemente por el mal, exigen la existencia de los códigos penales. Especialmente en los que delinquen por primera vez, aunque debería de ser en todos los casos, a los códigos penales les falta el ingrediente de la misericordia, es decir, les falta incluir también las acciones para que los delincuentes “laven” sus culpas.
No basta condenar también hay que incentivar el perdón y las buenas acciones bien podrían ser descritas en forma proporcional a las faltas cometidas.
Qué tendríamos que hacer para que los gobernantes sean personas con más virtudes que defectos…???. Por lo pronto, pensar que eso es posible y exigirlo a los que aspiran a gobernar, además de difundir el bien con el ejemplo. Estos planteamientos no intentan producir cambios sociales a corto plazo pero si transformaciones individuales a quien se motive a intentarlas.
En la siguiente etapa de la humanidad las razas y las fronteras se irán diluyendo, los adelantos tecnológicos seguirán su crecimiento vertiginoso poniendo cada vez más en evidencia la urgente necesidad de buscar también la manera de mejorar como personas.
La perversidad y la bondad son opciones humanas que el libre albedrío mantiene incólume.
Es evidente que la maldad está más extendida que la bondad, por eso los códigos penales necesitan estar siendo constantemente “actualizados” para poder contemplar todas las perversidades que a los delincuentes se les posibilita hacer al disponer cada vez de mejor tecnología. Pero esas mismas complicaciones hacen que optar por el bien sea de más y mejores beneficios para quien lo logra. Entre más densa es la oscuridad más brilla la luz cuando aparece.
Que millones y millones de personas vivan en la lógica de la acumulación, el poder y el dinero usando todo tipo de medios para obtenerlos ha desequilibrado hasta al mismo planeta, que ya resiente los síntomas de tanta degradación ambiental y degeneración personal. A pesar de que esto siempre ha existido, está llegando a ser insoportable puesto que ahora somos tantos y con tanta tecnología que no puede durar indefinidamente si no se revierten las tendencias o se colapsa todo.
La inminencia de una catástrofe flota en el inconsciente colectivo de la humanidad, sin reparar que tantas películas, libros, programas de televisión, conferencias, etc., al ser difundidas sin límite también contribuyen a que ésta se materialice. Algunos la han comparado a un “parto de la naturaleza”, sin embargo, al paso que vamos, y si seguimos el símil, podríamos decir que ya se sienten los dolores del parto, que más bien se parecerá a la “cesárea” que se practica urgentemente para salvar sólo al recién nacido.
La época actual me hace recordar un proverbio Japonés: “quien monta un tigre corre el riesgo de no poder bajarse nunca..... hasta que el tigre tenga hambre”.