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En memoria de Hugo Schwarzbeck Iturríos

Alberto Vizcarra Osuna
Jueves 26 de Septiembre de 2013
 

La fatuidad que nos rodea, nos confunde. Perdemos el sentido de la grandeza que está contenida en la sencillez; emulamos patrones de éxito y procuramos a las celebridades en los famosos. Pero los que fuimos alcanzados por algunos de los gestos de la personalidad de Hugo, sabemos que él era realmente una celebridad.

Compartir con Hugo, siempre fue un encuentro con la sinceridad y con un espíritu libre de prejuicios. Ajeno a las formalidades, que encubren hipocresías; siempre inquieto. Afecto al conocimiento y dispuesto a sostener conversaciones en todos los frentes del saber humano. Nunca se conformó con lo establecido, siempre se mostró abierto al cambio y eso lo acercó a las causas justas y humanas.

La religiosidad de una persona no se mide propiamente por el credo que profesa, ni por las veces que acude al templo de su filiación, sino por la disposición que tiene a estar cerca del dolor y del sufrimiento humano. Hugo no tuvo temor a estar cerca del sufrimiento de las personas y menos cuando se trató de sus seres más queridos. Supo prodigarles el cuidado y la protección. Para él no había personas extrañas, nadie era forastero, siempre se trató del “prójimo” que necesita ser escuchado y atendido. No se guió por el peso social de los prejuicios ideológicos. Eso lo hizo un buen cristiano, una persona religiosa y un testigo del bien.

Parecería que la muerte lo sorprendió, pero eso no le puede ocurrir a quien hace de sus amigos su propio patrimonio. Hacer amigos era su pasión, su casa estaba abierta y quien quería entrar tenía un  plato en la mesa. Hizo de la amistad un templo en el que a nadie reclamó, a nadie traicionó, tampoco recriminó y mucho menos juzgó.

Al hacer memoria de esto, no podemos dejar de reconocer que estamos muy tristes. Extrañaremos su amistad incondicional y su inconmesurable generosidad. Su espíritu abierto y su juguetona irreverencia. También extrañaremos las puertas de su casa siempre abiertas para compartir el vino y el pan. Es un día en que la Amistad ha perdido a uno de sus siervos, y eso duele. Pero también es un día en que la muerte ha sido engañada: Piensa que le quitó la vida a quien ya se la había entregado a sus amigos. Guardaremos la amistad de nuestro querido Hugo, bajo las llaves de nuestras propias vidas, y así él vivirá.

22 de Septiembre de 2013

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