La salud fue el tema más recurrente en la visita de Andrés López Obrador a Ciudad Obregón. Inquietos, simpatizantes y reporteros, preguntan sobre la condición del tabasqueño tras el infarto al miocardo que sufriera el pasado 3 de diciembre.
El grupo Obregón Blues ameniza con canciones de frases antisistema para alivianar el retraso del líder de Morena, que ya pasa de la media hora, lo que permite "chacotear" a la tropa reporteril que se ubica al exterior del inmueble.
-Harían otra vez el evento en la Casa del Médico por si se presenta una emergencia cardiaca, ironiza un reportero.
-Pero aquí no hay hospital Médica Sur, le responde otro, mientras que un tercero recuerda que el Hospital San Gerardo se encuentra a escasos 200 metros por si se ofreciera.
En fin, tal parece que la ociosidad también es la madre de todas las elucubraciones.
De pronto se acerca una camioneta blanca que traslada al ex candidato presidencial, quien apenas pone un pie en la banqueta y ya es abordado por decenas de simpatizantes que le aplauden, abrazan, dan la bienvenida y le piden posar para el clásico selfie.
Luego vienen las preguntas de los medios sobre la situación del país y de Sonora. Para todos tiene y reparte por parejo las críticas. “No hay diferencias entre el PRI y el PAN son lo mismo, solo que los del PRI son rateros y los del PAN ladrones”, bromea y le festejan quienes lo rodean.
Y de salud cómo andamos, pregunta alguien entre la multitud. El “El Peje” revira al instante: “Me han dicho los médicos que va bien la recuperación y calculan que en 6 meses ya voy a poder jugar nuevamente beisbol y seguir bateando arriba de los 300”. Todos celebran entusiasmados al unísono.
Lo que sigue es llegar hasta el presídium instalado en el interior, pero como no hay valla humana que lo proteja, tiene que sortear todo tipo de empellones, mientras saluda, posa, agradece y escucha cantidad de comentarios de aliento y buenos deseos para su corazón.
Amlo sonríe y agradece. Se le nota el buen humor, un poco más delgado y una mirada más serena. Toma el micrófono y entre episodios de la historia nacional retoma su discurso antipeña Nieto, el PRIAN y sus representantes, a propósito de las reformas recién aprobadas
Hace 10 meses exactamente y ante una asistencia menor, el 10 de marzo del 2013, hacía mofa de los primeros 100 días del gobierno del mexiquense y lo comparaba con la otrora poderosa líder magisterial, Elba Esther Gordillo, detenida el pasado 26 de febrero.
Ahora le habla a una “abarrotada” Casa del Médico, donde además de personas del Valle del Yaqui, se reportan simpatizantes de otras latitudes. “Mi sobrino viene desde San Francisco para conocerlo”, mientras una señora con una pancarta de Amlove le expresa que “yo te vengo siguiendo desde Orizaba porque te quiero”.
El tabasqueño se conmueve con las muestras de afecto y las agradece, pero le recuerda a la audiencia que por recomendación médica “no me puedo apasionar”; sonríe mientras lleva sus manos a la frente para secarse el sudor con un pañuelo.
“Quiero regresar el próximo 19 a la asamblea estatal, pero tengo que analizarlo bien porque ese día habrá asamblea en otros estados”, comenta en su despedida el ex jefe de gobierno capitalino, escoltado por el diputado Alfonso Durazo y por Javier Lamarque Cano, ex alcalde de Cajeme y hoy presidente de Morena en Sonora.
Ya en la camioneta que lo llevará al aeropuerto, el ex candidato presidencial recibe otra vez muestras de admiración y de afecto de quienes abandonan el lugar. “Falto yo”, expresa desesperada una señora que se acomoda al lado del tabasqueño para la foto y aprovecha las prisas para “plantarle” un beso en la mejilla, lo que Amlo acepta gustoso.
Un joven atestigua la escena y le cuestiona: eyy qué no estaba mal del corazón. Y con un dejo de picardía, López Obrador le responde que “para eso sí funciona”. Entonces el vehículo arranca y no hubo tiempo ni espacio para la contra réplica.