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Navegar en el Nilo

Jorge Zepeda Patterson
Jueves 03 de Abril de 2014
 

Durante años no existieron los feminicidios en el Edomex, los cárteles de la droga no habían llegado a la capital y la inseguridad en el país desapareció como por encanto en cuanto el PRI regresó a Los Pinos. O por lo menos eso fue lo que se nos dijo, hasta que las cifras demostraron lo contrario.

Algo parecido está sucediendo ahora en materia económica. El gobierno federal reiteró estos días la optimista proyección que fija en 3.9% el crecimiento de la economía mexicana en 2014, pese al desastroso inicio del primer bimestre.

Enero y febrero estuvieron muy por debajo de las expectativas, la recaudación fiscal fue  menor a la del año anterior (cuando crecimos 1%) y salvo lo relativo al automóvil el resto de la industria manufacturera está sufriendo las de Caín; lleva nueve meses cayendo de manera ininterrumpida.

Comenzamos a sospechar que las expectativas de crecimiento de parte del gobierno federal tienen que ver poco con la realidad y mucho con una preocupante tendencia a la negación.

No sé si tenga que ver con una vida plácida y de éxitos continuos, o lo traiga en el ADN y obedezca por tanto a la herencia genética, pero advierto en Peña Nieto una curiosa tendencia a borrar de la realidad aquello que le desagrada. Los psicólogos consideran a la negación como un mecanismo de defensa, y en alguna medida todos estamos afectados por ella, salvo que no todos somos presidentes.

“Es un mecanismo de defensa relativamente simple: es negarse a creer que el acontecimiento amenazante o aversivo ocurrió o que la condición existe. La negación es igual en muchos aspectos a la represión, ambas mantienen fuera de la conciencia cosas que el individuo se siente incapaz de afrontar”.

Se me dirá que en lugar de explicaciones psicológicas, la propensión a ignorar las malas noticias tienen que ver con la manipulación y la propaganda. Todo gobierno intenta proyectar una imagen positiva de su gestión, y para eso recurre al expediente de inflar los datos favorables y desaparecer los desfavorables. Y supongo que algo hay de eso. Pero no sólo.

Durante los primeros meses de la administración de Peña Nieto todos notamos que el tema de la inseguridad pública desapareció de la conversación. Me pareció una maniobra inteligente: el gobierno quitaba presión al tema, mientras ganaba tiempo para resolverlo. O por lo menos eso fue lo que creí.

Pero transcurrió todo 2013 sin que se hiciera algo para atacar al problema de fondo. Sólo hasta que se incendió Michoacán, un año más tarde, el ejecutivo federal se sumergió en el tema. Es decir, en realidad sí recurrió a una suerte de negación; como si dejar de hablar de la inseguridad fuese, de alguna manera, equivalente a resolverla.

Ahora se nos dice que creceremos a 3.9% y 4.7% respectivamente los próximos dos años, pese a que la realidad se muestra bastante rejega. El optimismo oficial se sustenta en el argumento de que las leyes secundarias de las reformas aprobadas dinamizarán a la economía. Pero las leyes secundarias están medio atoradas en el Congreso o en camino de ser aprobadas en versión deslatosada; es decir, con escaso impacto sobre la actividad productiva.

Se ha dicho que los gobiernos tienen la responsabilidad de crear un clima optimista en los ambientes de negocios y entre el público en general. El país no va a crecer si sus habitantes no se lo creen.

En ese sentido, las previsiones tan risueñas ayudan a generar “buenas sensaciones” entre los actores económicos. Ajá. Si tal fuera el caso, la URSS sería hoy la primera potencia mundial gracias a sus ambiciosas metas quinquenales y a las hazañas estadísticas anunciadas de manera regular a lo largo de todo el siglo XX.

Para que los habitantes de un país crean en la posibilidad de crecer deben primero creer en las autoridades que definen el marco de los negocios y la actividad económica. En 2013 el gobierno predijo un crecimiento de 3.3% y al final sólo conseguimos la tercera parte.

Se nos dijo que la inseguridad de Calderón era cosa del pasado y resultó que hubo más muertos por la guerra contra las drogas en el primer año del regreso del PRI que en los últimos de la gestión del PAN.

Los norteamericanos usan la expresión Denial is not a river in Egypt para señalar cuando alguien se está refugiando en la negación para ignorar lo que no le gusta. Bien harían las autoridades en dejar de navegar por el Nilo en su política de comunicación para comenzar a navegar en las aguas turbulentas que es el México de hoy. Es mucho mejor afrontar y anticipar la realidad que esperar a que nos estalle en la cara.

@jorgezepedap

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