Muy elocuente fue el discurso del presidente nacional del PRI, César Camacho, en el acto inaugural del Consejo Mundial de la Internacional Socialista, celebrado en la ciudad de México, y del que forma parte el tricolor y otros 154 partidos socialdemócratas de los cinco continentes.
En el encuentro el ex gobernador del Estado de México –cuna de políticos—dijo que el partido tricolor y el gobierno de Enrique Peña Nieto no sólo se respaldan los principios de la socialdemocracia, sino que se llevan a cabo en la presente administración.
Cosa que no se percibe en el día a día de los mexicanos; ni siquiera en las políticas públicas aplicadas; las que son contrarias a la consecución de la justicia social, la igualdad, justicia y libertad para todos los ciudadanos, que precisamente busca la socialdemocracia.
Para brillar en el evento internacionalista, el priista fue más allá de los teóricos de esta corriente de pensamiento político-filosófico del siglo XIX, al considerar que cada ciudadano del mundo debería ser un socialdemócrata; con lo cual se vio “más papista que el papa”; pero no importaba, era momento de lucimiento de un partido que perdió las elecciones en los dos últimos sexenios precisamente porque se olvidaron de la democracia y de la sociedad.
La realidad, más allá de los elocuentes discursos, es que el PRI dista mucho de seguir los preceptos y finalidades de la socialdemocracia; sobre todo desde los últimos 40 años.
Y no obstante ondear la bandera de la social-democracia, que plantea a los gobiernos afines ofrecer servicios públicos de calidad para todos, educación gratuita también para todos; oportunidades de trabajo, vivienda digna y garantizar los derechos civiles y políticos de los ciudadanos; en el caso del PRI esa bandera no es más que una pantalla.
Pues en la acción, el gobierno federal apoyado incondicionalmente por el PRI, camina en sentido opuesto a la socialdemocracia.
Insiste en adelgazar las facultades y obligaciones del Estado con la sociedad y en privatizar la industria nacional bajo principios neoliberales, opuestos a la justicia social, la distribución equitativa de la riqueza y la igualdad de derechos y oportunidades para todos.
Así, la disminución drástica de los niveles de bienestar, los altos impuestos sobre clase media; el aumento de la pobreza y el desempleo son señales evidentes de que el PRI ni sigue los principios de la socialdemocracia ni está en sus planes seguirlos.
¿Crisis neoliberal?
En el tema de la economía global, uno de los tópicos de esta reunión, el PRI se mantienen en la idea y acción de proteger a las grandes empresas trasnacionales en contra de la industria y el comercio nacionales, una incongruencia si son socialdemócratas.
De acuerdo al dirigente nacional priista la crisis neoliberal abre una ventana de oportunidad a la socialdemocracia, sin embargo, en su actuación el gobierno emanado del PRI lucha por restaurar el neoliberalismo que contrariamente a la socialdemocracia, ensancha las desigualdades sociales, empobrece a la clase trabajadora y enriquece a un pequeño grupo a costa de las grandes mayorías.
Para justificar la incongruencia del PRI como partido, César Camacho expuso su nueva versión de la socialdemocracia y dijo en su discurso que la nueva socialdemocracia, la de este siglo, va más allá del Estado de bienestar, le apuesta a la libre empresa y no teme recaudar impuestos. Aunque contraria a esa visión, los principios de la socialdemocracia siguen siendo en espíritu los mismos.
En los hechos, el camino trazado por el Nuevo PRI –con todo y su filiación a la Social Democracia— es el de proteger a los ricos, bajo el argumento falaz de que en lo subsecuente se beneficiará el resto de la sociedad y el desmantelar la industria nacional estratégica como la de telecomunicaciones y la energética.
La realidad es que el gobierno de México, emanado de un partido que se dice social demócrata, es todo lo contrario. Obedece a un sistema financiero mundial, no a los ciudadanos; daña el Estado de bienestar al volver negocio la salud de los ciudadanos, las guarderías, escuelas y por mantener privilegios y altos sueldos a los funcionarios, que cuidan intereses de trasnacionales y no de su país; de ahí que al final de sus cargos son premiados con un lugar en el Consejo de administración de una de las grandes empresas favorecidas.
Así, la Internacional Socialista debería verificar la congruencia de sus grupos afiliados; y en su caso desafiliarlos, si utilizan el emblema de parapeto para verse demócratas sociales, y en los hechos ejerzan el capitalismo en su versión más salvaje