Jorge Zepeda Patterson
No soy de los que celebran el fin del Mundial con el argumento de que permitirá otra vez concentrarnos en los temas importantes de la vida y dejar atrás esas distracciones frívolas, como dicen los detractores de la fiesta futbolera. Si nuestros problemas tuvieran que ver con la distracción que provoca un torneo que se celebra cuatro años, significaría que los otros 47 meses (son los que median entre un mundial y otro) seríamos trabajadores muy productivos y ciudadanos responsables y participantes en los asuntos públicos. Ajá. ¿De veras usted cree que sin mundial no nos habrían metido por la puerta trasera la tramposa ley de telecomunicaciones? Como si no lo hicieran todo el tiempo con mundial o sin él.
La finalización de la Copa en Brasil, en cambio, me dejará huérfano de sensaciones entrañables que sólo se experimentan durante la cuarentena futbolera. Particularmente ahora con las redes sociales, marco perfecto para la generación y distribución de Memes. No sé si les pasó a ustedes, pero yo disfruté con fruición el increíble ingenio popular, capaz de generar una imagen instantes después de cualquier incidente significativo. Y a diferencia de la política, que suele estar confinada a un mercado nacional, la fiesta futbolera se convirtió en motivo de una conversación planetaria como no lo consigue ninguna otra cosa. El Cristo del Corcovado en Río de Janeiro, cubriéndose la cara de vergüenza aún antes de que terminase la goliza a Brasil, no sé donde fue generado pero inundó el mundo a velocidad viral.
Hubo Memes de todos los sabores y colores. Algunos eran videos de espontáneos (el borracho de Noerapenal o la niña de la canción pinches holandeses), otros consistían en imágenes elaboradas que mostraban, por ejemplo, una cerrada competencia entre un Papa argentino y otro alemán; Robben aparecía lanzándose clavados en todos los contextos posibles. Circuló un audio con voz de operadora de Telmex que informaba: “Estimado usuario su saldo indica que nofuepenal…”
Pero mejor aún que los Memes resultó el uso que la gente comenzó a darles. Reuniones sociales y charlas de sobremesa en las que adultos festivos se mostraban unos a otros imágenes del celular con sus Memes favoritos, cual niños de primaria intercambiando las cartitas del álbum de colección. Mis tres favoritos, que durante estas últimas semanas mostré a mis inerlocutores con el tono de “supera este”, eran la manzana mordida de Mac, échenme a Juan Persi y On ta Benito (Juárez). Mírenlos y díganme: ¿no es una lástima que se nos haya acabado el Mundial? (adjunto imagen)
Por lo demás, nunca habíamos tenido un torneo futbolístico en el que nos sintiéramos tan dentro de un estadio como ahora, gracias a la posibilidad que ofrece Twitter. Fallos de gol, paradas espectaculares de porteros, errores arbitrales y cualquier incidente significativo desataban en tiempo real un alud tal de comentarios, chistes, lamentaciones y festejos que provocaron que los partidos constituyeran una experiencia en colectivo, a pesar de estar sentados en el sillón de la casa. Más tardó en levantar su banderín el abanderado colombiano para invalidar a México un gol legítimo en el primer partido que el repique de mi teléfono con un tuit que rezaba “FIFA tu madre” (@AlmadelicaMC).
De hecho los estudios muestran que el tráfico millonario de mensajes siguió exactamente los ritmos que tiene la conversación entre aficionados cuando se encuentran en un estadio. Moderado durante las acciones en media cancha, intenso cuando el balón se acercaba a las porterías y climático ante cualquier incidente de gol. Insisto, a partir de ahora los mundiales han adquirido una dimensión promiscua, humorística y planetaria de la que antes carecían. Bienvenido. No queda más que esperar cuatro años al Mundial de Rusia para disfrutar Memes de Putin (y El Piojo)en todas sus versiones. Supongo que mientras tanto habremos de conformarnos con los de Peña Nieto.
@jorgezepedap
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