El presidente de Televisa, Emilio Azcárraga y su grupo resultaron triunfadores en la confrontación en contra del equipo de Carlos Slim gracias al favor de las autoridades y no poca suerte.
Podría ser el resumen del saldo que deja atrás la aprobación de las Ley de Telecomunicaciones en el congreso, luego del intenso cabildeo que los dos grupos desataron en los últimos meses para llevarse la victoria.
Pero en realidad se trata de la crónica del partido del sábado pasado entre América y León, en el que las Águilas vencieron gracias a dos penaltis no marcados por el árbitro y el regalo del portero rival.
Algo está pasando en el futbol que cada vez se parece más a los negocios.
No deja de ser curioso que la mayor confrontación empresarial que el país haya vivido en décadas, esa que escenifican los dos gigantes con mayor poder en el país, ahora se haya trasladado a las canchas de futbol.
Hace alguno años publicamos el libro Los Amos de México (editorial Planeta) con los perfiles de los verdaderos titiriteros del país, los dueños del dinero, esos que ven pasar presidentes y gobernadores. Las cabezas de algunas de las treinta familias que en verdad controlan el poder en México en última instancia. Slim, Azcárraga, Hank Rohn, Vázquez Raña, Ricardo Salinas, Jorge Vergara, Aramburuzabala y grupo Modelo, Bailleres, Roberto Hernández, Roberto González El Maseco y Lorenzo Zambrano (los dos últimos ya fallecidos), y alguno más.
Por alguna razón una buena parte de la nómina anterior es hoy dueña de los equipos del futbol mexicano. Carlos Slim controla al León y al Pachuca, Azcárraga al América, Ricardo Salinas Pliego al Morelia y al Atlas, Vázquez Raña al Querétaro, Jorge Hank Rohn a los Xolos del Tijuana, Jorge Vergara a Chivas, herederos de Modelo al Toluca, y ex funcionarios del mismo grupo al San Luis Potosí. Otros empresarios importantes son propietarios de Tiburones Rojos de Veracruz (familia Kuri) y Jaguares de Chiapas (López Chargoy).
Las razones que llevan a los integrantes de la listas de Forbes a comprarse un equipo de futbol son complejas. En el plano internacional se ha vuelto usual la presencia de magnates rusos y jeques árabes en el palco de propietarios de grandes clubes europeos. Nuevos ricos deseosos de exhibir al mundo su éxito, supongo. Oligarcas que exhiben la propiedad del Chelsea inglés o del PSG francés de la misma forma que presumen el yate más grande y mejor equipado.
Algunos empresarios mexicanos están en el futbol probablemente por las mismas (ego y lucimiento), pero el caso otros obedecen a motivos de mayor peso. O, mejor dicho, pesos, en plural. Azcárraga, Slim y Vázquez Raña son empresarios de poderosos y ambiciosos grupos de telecomunicación. Unos ya están en la televisión y otros quieren estarlo. Y nada es más exitoso en la televisión que el futbol. El partido de México contra Holanda en el mundial pasado rompió absolutamente todos los récords de raiting que se recuerden. Nueve de cada diez hogares sintonizaron el partido en algún momento. Por otra parte, el éxito del futbol no se restringe a la televisión. El tráfico generado durante la gesta futbolera en términos de mensajes de tuit, SMS y textos de WhatsApp, revelan que el futbol llegó para quedarse en los móviles de los usuarios en todo el mundo. Y esto apenas comienza.
La relación entre futbol y televisión es en realidad simbiótica. Si las empresas televisoras necesitan del futbol por razones de rating, los clubes necesitan de la televisión por razones de ingresos. El cobro por derechos de transmisión es la principal fuente de recursos para solventar las carísimas nóminas de los jugadores. Con tal simbiosis era cuestión de tiempo que la dos puntas del fenómeno fuesen apropiadas por un mismo empresario. Carlos Slim compra Pachuca y León e inmediatamente le quita los derechos de transmisión a Televisa. La final del futbol entre sus dos equipos pasó en primera instancia por la cadena FOX y en segunda por TV Azteca.
El arribo de los grandes grupos económicos al futbol constituye una buena y una mala noticia para los aficionados. En teoría las chequeras abultadas posibilitan edificar equipos poderosos y competitivos. Y para muestra allí está el León que tenía 21 años sin obtener un campeonato y ahora ha conseguido dos seguidos a la llegada de Carso. Los casos de Chelsea y PGS tampoco dejan duda al respecto. Pero no siempre resultan en experiencias felices las incursiones del gran capital. Hay otros casos de jeques y de oligarcas rusos que se hicieron de algún equipo, lo manosearon durante un rato y pasada la novedad lo dejaron hundirse. Chivas mismo perdió algo sustantivo al dejar de ser un club de socios para convertirse en una empresa privada (de Salvador Martínez Garza y luego de Jorge Vergara). Esperemos que no suceda lo mismo con el Atlas, ahora en manos de TV Azteca.
El problema es que en ocasiones la chequera no compensa la falta de pasión y entrega por parte de empresarios que incursionan en la cancha por razones de cálculo económico o, peor aún, de diván. Para bien o para mal, el futbol no será el mismo ahora que una misma mano controla el pan y controla el circo.
@jorgezepedap
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