Carmen Aristegui / Periódico Reforma
En sentido contrario a lo que se suele ver en la dinámica empresarial del principal accionista de Telmex en los últimos años, y que suele resumirse en la frase “Slim sale de compras”, vemos ahora que el poderoso empresario mexicano, mejor, decidió salir a vender.
La voltereta que dio esta semana, al juego de las telecomunicaciones, mantiene en estado de asombro y proceso de interpretación a legisladores, autoridades y competidores. Tirios y troyanos miden el alcance de una decisión unilateral que los obliga a repensar cómo van a funcionar, a partir de la decisión anunciada, las nuevas reglas del juego.
Imposible negar que el anuncio de Slim no sea producto de la reforma.
Lo que tampoco se puede negar -a juzgar por la sorpresa que se refleja hasta en el rostro de las autoridades- es que se trata de un efecto y un escenario no calculados -por lo menos en tan corto plazo- entre quienes promovieron un diseño diferenciado y desigual para favorecer a los preponderantes en la radiodifusión respecto al que lo es en las telecomunicaciones.
En el análisis de quienes se manifestaron en contra del dictamen -aprobado ya en el Congreso- se insistió en que las leyes contenían varios regalos a Televisa, el agente preponderante en radiodifusión.
En el camino se verá si, en efecto, como se dijo, se cae la preponderancia que determinó el IFT para la principal televisora del país y queda ese sector sin regulación asimétrica para beneficiar a otros competidores entre -quién lo dijera- podría estar Slim.
Otra opción para Televisa -si sigue el camino de Slim- sería vender algunos de los varios canales que tiene o los activos que carga de más y por lo cual es declarada preponderante y, de esa manera, liberarse también del yugo de las medidas asimétricas.
El gigantismo en las empresas de Slim que ha afectado por años y de diferentes maneras a los mercados, usuarios y competidores, tenía que ser acotado, sin duda, con indispensables medidas asimétricas, tal y como quedó establecido en la ley.
Slim no estuvo dispuesto a favorecer forzadamente a sus competidores y decidió emprender el camino de la desincorporación. Prefirió subir a la mesa a otro jugador fuerte y cambiar de cuajo la ecuación.
Slim no pateó el juego, más bien, fue por otro y cambió el tablero. Cambió el juego de ajedrez por uno de damas chinas, o al revés -si se prefiere- para no herir susceptibilidades.
Slim anuncia que ha preferido vender una parte sustantiva de su negocio principal, a cambio de que se elimine su condición de preponderante; dice que la transacción comercial deberá darse a precios de mercado y que quien se lleve el 20 o 30 por ciento de sus activos debe estar dispuesto a invertir a gran escala para que se produzca una competencia real en las telecomunicaciones y los demás mercados convergentes. También informa que decidió abandonar los derechos derivados del contrato de la opción de compra del 51% de las acciones de Dish México y que mantiene su “acuerdo comercial de facturación y cobranza, distribución y arrendamiento de equipo”. Es sabido que el IFT mantiene abierta una investigación sobre el vínculo entre el hoy preponderante y la empresa Dish de México, cuyos resultados no han sido dados a conocer aún por el órgano regulador.
El trato preferencial a la televisión, desde las leyes secundarias, dejaba a Slim fuera del juego de la convergencia por lo menos un sexenio más y a los otros les abría el camino para crecer aceleradamente.
La polémica conversión que se hizo -en tiempos de Carlos Salinas-, de monopolio estatal a monopolio privado de la telefonía nacional, significó el punto de arranque para la generación de una de las concentraciones más grandes de riqueza y poder empresarial que existen, hoy, en el planeta.
La expansión de las empresas de Slim, lo han llevado a ser considerado, una y otra vez, como el hombre más rico del mundo.
El tamaño al que ha llegado Slim representa la gran contradicción de un país que, como México, produce a éste y otros multimillonarios a partir de un modelo económico concentrador y claramente fallido, en sus mecanismos de distribución de ingreso y riqueza, y que se demuestra con los índices de pobreza que se extienden por el territorio nacional.
La concentración en telecomunicaciones es insostenible para un país como México, del mismo modo que es insostenible que el modelo de concentración duopólica en la televisión siga causando efectos nocivos a los mercados, la competencia y de manera notable a la población.