Sergio Anaya
Quién sabe qué quiso decir Ernesto Gándara cuando sugirió que sus seguidores, las huestes borreguistas, acatarían la orden de fortalecer la unidad de los priistas en torno a la candidata Claudia Pavlovich.
Unidad dijo "El Borrego" y enseguida aclaró: Unidad con dignidad.
Es difícil entender el significado que esta palabra, dignidad, tiene para un político profesional como el senador Gándara. Todos los significados son posibles y a la vez ninguno cuando la palabrita se entrevera en la práctica política.
Pero si de interpretar se trata y conociendo la trayectoria de Gándara y el modus operandi de su partido, la primera definición de "dignidad" en este caso podría ser como sinónimo de "repartir".
Porque en las negociaciones y la aceptación de su derrota ante Manlio Fabio Beltrones, más que ante la propia candidata, Gándara pudo haber condicionado su retirada a cambio del reparto de posiciones electorales para sus colaboradores más cercanos.
Una alcaldía por acá, una diputación por allá y, por qué no, un puesto en la próxima administración estatal una vez que se consume el triunfo de la candidata. Esta es la llave de la unidad con dignidad... y reparto.
No tendría nada de raro este condicionamiento porque en buena parte del priismo sonorense quedó una sensación de desencanto al ver frustradas, una vez más, las aspiraciones de quien era sin duda el precandidato mejor posicionado para recuperar la gubernatura ganada hace seis años por los panistas.
Pero más allá de las frustraciones de un grupo de priistas que ahora se sienten "fuera de la jugada", el reparto de posiciones es la vía más sencilla para unificar a todas las fuerzas políticas en torno a una decisión que no tuvo el consenso sentimental de las mayorías del partido.
Verdad de a peso que se topa con otra verdad similar: El poder no se reparte ni se comparte. Pensar que Manlio Fabio Beltrones, cabeza del grupo ganador, compartirá su poder con un enemigo declarado es apostar a una debilidad de carácter que el todopoderoso diputado no parece tener, y sólo aceptaría esta opción por una orden superior: Repartan, compartan, únanse... si no lo hacen, el presidente Peña Nieto los obligará a hacerlo porque una lucha interna del priismo sonorense sería un golpe más a la ya de por sí debilitada figura presidencial.
En un escenario de este tipo, no deberá extrañarnos en los próximos días la postulación de candidatos a alcaldes y diputados que aparentemente están descartados por ser miembros de la clica borreguista. Serían ellos los beneficiarios de la "unidad con dignidad".
O si de plano se busca sacar al senador Gándara y a sus huestes de la jugada priista, entonces podría complicarse el escenario para la candidata Pavlovich, para el PRI en su conjunto e incluso para el presidente Peña Nieto.
Una rebelión de Gándara, como ocurrió hace seis años, no se descarta, aunque hoy parece más difícil porque es como rebelarse contra el Presidente de la República, el primer priista del país. No es lo mismo de hace seis años, cuando el mandario era panista y dentro del PRI no había una autoridad de peso como para frenar las inquietudes de los grupos inconformes.
Unidad con reparto... o sin reparto. Ese será el juego del priismo sonorense en estos días. Esperemos.
