Carlos MONCADA OCHOA
Ayer fue el octogésimo sexto aniversario del poderoso Partido Nacional Revolucionario que evolucionó con el presidente Lázaro Cárdenas a Partido Mexicano de la Revolución, y con el presidente Miguel Alemán a Partido Revolucionario Institucional. A éste le siguen contando la edad de las tres etapas.
Se fundó en Querétaro el 4 de marzo de 1929, pero por lo que toca a las filiales en las entidades federativas, los sonorenses tuvieron que esperar a que el gobierno dominara el alzamiento de la revolución escobarista contra el gobierno federal.
No obstante la tardanza en fundarlo, que también afectó a los de Chihuahua y Durango, solían los priistas de Sonora celebrar la fecha. Pero no supimos que se organizara en el PRI local la más modesta ceremonia al respecto.
Hay algunos que se hacen los occisos cuando el abuelo cumple años porque si se lo festejan se queda dormido en la segunda cerveza o se orina en los pantalones delante de los invitados, o hace desfiguros penosos. Pero es el abuelo y no es digno olvidar que alguna vez fue útil, amable y estimado en la sociedad. Si ahora nadie le cree sus viejos cuentos no es razón para arrumbarlo en el cuarto de los cachivaches.
La oportuna detención de un "zeta"
A pesar de los boletines presidenciales optimistas, las Redes Sociales y los diarios de Inglaterra dan cuenta de las aristas amargas que ha tenido para el presidente de México su visita a aquel país. La magia de las comunicaciones modernas nos traen a casa las imágenes de hombres y mujeres que protestan por la presencia del licenciado Peña Nieto y las pancartas en las que le llaman “asesino”, para no hablar de los “memes” con los que se desquitan los antipeñistas.
La detención del peligroso capo apodado “La tuta” le sirvió para presumir que el ejército estaba en acción, y para mejorar la buena impresión que presumiblemente causó este hecho en Europa, se anunció ayer que otro peligroso narco de la banda de los Zetas había sido aprehendido 48 horas después.
Los mexicanos no percibimos con claridad que el encarcelamiento de capos sirva para aplacar la ola de criminalidad, pues si un jefe cae, es inmediatamente sustituido por otro; pero con seguridad que es útil que los atrapen para continuar la guerra con base en la información que se les arranca en la prisión. Que caiga un jefe no impide que otro u otros ocupen su lugar.
Pero peor que estos puntos de vista resulta la inapagable malicia del ciudadano medio que echa a rodar versiones que neutralizan las intenciones oficiales, en el sentido de que el Zeta ya había sido detenido pero lo mantuvieron escondido para sacarlo a relucir en el momento apropiado para apantallar a los extranjeros.
Y ni modo que nos asustemos de este escepticismo. Somos como somos.
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