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BANDERILLAS

Carlos MONCADA OCHOA
Miércoles 03 de Junio de 2015
 

¿Se irá, señora Padrés, dejando detrás esta huella de crueldad?

Ayer debió haber quedado en libertad Gisela Peraza Villa, trabajadora de la Casa de Gobierno que durante cuatro años ha purgado una condena injusta. Fue acusada de robo junto a Roberto Munro, sobrino del secretario de Seguridad, en la citada Casa. Se supone que se llevaron alrededor de 5 millones de pesos que los esposos Padrés guardaban en una caja de cartón.

  Mientras escribo tengo a la vista, señora Padrés, una copia de la Recomendación 54/2013, de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, fechada el 31 de octubre de 2013. Consta de 29 páginas escritas a renglón sencillo, y de 124 puntos en los que la CNDH puntualiza los siguientes aspectos principales:

a)    No hay pruebas de que Gisela haya robado;
b)    La Comisión Estatal de Derechos Humanos no cumplió su deber de proteger los derechos de Gisela;
c)    La CNDH probó que fue golpeada, torturada de manera salvaje físicamente y también psicológicamente;
d)    Para que el sufrimiento de hallarse en la cárcel se acentuara, se la llevaron a Huatabampo a fin de que estuviera lejos de su familia; luego a Hermosillo y a San Luis Río Colorado.
e)    Entre las “pruebas” figuran dos ligas, supuestamente halladas en el cuarto de Gisela, que eran las que mantenían cerrada la caja de los millones; además, Diez Mil Pesos que ella probó eran sus ahorros que depositaba en el banco, le fueron robados por los polizontes, dizque porque era parte del dinero robado (¿y los otros 4 millones 900 mil pesos?).

  A Gisela la detuvieron en una operación interna efectuada en la Casa de Gobierno con la participación de los guardias de seguridad, un número indeterminado de agentes de la PEI que fueron llamados, el gobernador del Estado y usted misma, señora Padrés.

  Su participación consta en el punto 74, página 18 de la Recomendación. El 13 de marzo de 2011 le mandó un mensaje de texto a Gisela ordenándole que bajara a la cocina porque el gobernador quería hablar con ella. Ahí comenzó el drama. Estaban con el gobernador su secretario particular (premiado ahora con una diputación plurinominal) y el director administrativo del Ejecutivo. Los tres altos funcionarios y usted, se alzaron, figuras poderosas, ante la asustada trabajadora doméstica, para mandarla a la cárcel, previo encierro ilegal en su habitación, con un vigor que bien harían en utilizar en la persecución de los delincuentes auténticos que pululan en Sonora.

   Y ayer fue lo peor. Le destrozaron, a Gisela y a sus familiares, por cierto arruinados por los gastos inútilmente empleados en la defensa, la ilusión de que se encontrarían unidos en la libertad. Los polizontes inventaron que le habían hallado cristal en sus ropas. Le cumplieron las amenazas que le habían hecho para que no hablara con la prensa si, como es  obligación de todas las autoridades, la liberaban.

   En la historia política de México, cuando los presidentes de la República o los gobernadores permanecen indiferentes ante las tragedias de sus gobernados, imposibilitados para defenderse de los enredos de los jueces y las trampas de la policía corrompida, los familiares de la víctima suelen acercarse a la esposa del Ejecutivo y tocar su corazón para que influya ante su marido en la corrección del proceso, la remoción de los jueces inmorales o, en última instancia, la concesión del indulto o el perdón judicial.

  En este caso ocurre lo contrario. La esposa que, como mujer, debería condolerse de otra mujer aplastada por el autoritarismo, parece empeñada en mantenerla en prisión de manera indefinida. ¿Recibió o fue testigo de una ofensa imperdonable? En la Recomendación, minuciosa para dar cuenta de todas las fases del proceso, no se encuentra nada de eso.

  No queda, pues, más que pedir a la señora Padrés que influya para que se dé cumplimiento a la ley y obtenga Gisela Peraza Villa la libertad. ¿Por qué dejar huellas de crueldad ahora que está próximo su retiro de la escena pública? Hágalo por su esposo, sus hermanos y demás parientes que pronto necesitarán la simpatía que hoy solicito para una mujer perseguida.

carlosomoncada@gmail.com

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