I.- Sus asesores y secretarios le aseguran al señor Peña, que los mexicanos se muestran resignados a su actual destino político y económico. Que los que reciben uno o dos salarios están contentos. Que el país soportará la pobreza. Y que la dirigencia del Estado, en manos del Congreso de la Unión y el poder Judicial Federal, no debe temer un estallido social. Que “Aquí no pasa nada” y todo está bajo control.
Pero por si las dudas, habrá más facultades para que los funcionarios suspendan derechos y garantías en donde se desborde la paz pública.
Y si bien los empresarios han contraído sus inversiones, se muestran tranquilos a la espera de que el capitalismo mundial vuelva a despegar de entre las ruinas de la recesión.
Pero el capitalismo estadounidense ha entrado en una competencia electoral que entorpece su crecimiento. China está semiparalizada.
Y Europa es presa de migraciones por millones, y víctima del terrorismo religioso que entorpece su desarrollo económico.
II.- En México, tras casi cinco sexenios de un presidencialismo montado en las ganancias multimillonarias en dólares del petróleo, resulta que Pemex está en quiebra y los interesados en la explotación en tierra y aguas profundas del oro negro, están a la espera de una imposible alza del barril.
Y la política económica peñista no ofrece soluciones, pues sólo anunció drásticos recortes, lanzándonos al: “¡sálvese el que pueda!”, ya que el neoliberalismo económico agotó las posibilidades de crecimiento y nos lleva a la depresión económica.
Ante semejante panorama evalúan mal los dirigentes de los sectores público y privado, pues la Nación está en alerta y en la medida que sus necesidades no sean satisfechas, saldrán a la calle para protestar. Esto es lo que hacen quienes aún viven y trabajan el campo.
Vienen de todas partes del país a manifestarse, sobre todo ante las secretarías de Gobernación, de Agricultura y de Comercio, donde sus encargados les toman el pelo con abrazos, promesas, mesas de reuniones y los hacen regresar creyendo que resolverán sus problemas.
III.- Son campesinos olvidados desde 1994, cuando se firmó el TLC que marginó la producción interna para traer, sobre todo del mercado estadounidense, los granos que hasta ese fatídico año producía el campo, destacando las cosechas de trigo.
La agricultura mexicana gozaba de productividad en un marco de competencia por regiones.
Recibían beneficios los campesinos, lo que incluía la avicultura no monopólica como la encabezada por Bachoco de los Robinson-Bours. Pero los gobiernos dejaron el campo a su suerte, y esos mexicanos emigran a los campos de Estados Unidos y Canadá.
Hoy están en la capital del país 60 organizaciones del movimiento “El Campo es de Todos”, para protestar “en defensa del medio ambiente y contra la privatización de los recursos naturales; atención a 150 conflictos generados por proyectos mineros, hidroeléctricos y eólicos. Y por una ley de consulta previa, libre e informada” (La Jornada: 29/III/16).
Los funcionarios harán promesas, pero esos campesinos siguen acumulando agravios para cuando estallen las revueltas que consigna la historia mexicana.
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