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Sábado 19 de Abr de 2025
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Un artista y un político en Sonora

Sergio Anaya
Lunes 10 de Octubre de 2016
 

Como sé que Plácido Domingo todos los días lee Infocajeme antes de revisar el New York Times, utilizo este medio para hacerle una atenta solicitud: Señor, no cante "Sonora querida" durante su presentación en Hermosillo. No, por favor. Y si es posible, no cante tampoco "Granada" ni otros de los trillados temas que cantan todos los tenores cuando vienen a estas tierras.

Usted representa a lo mejor de la cultura contemporánea, siempre admirado, merecidamente admirado, y no necesita ser condescendiente con los anfitriones que sin duda esperan escuchar su interpretación del tema atribuido a don Adolfo de la Huerta, un momento especial esperado por el director de cámaras para diluir la imagen del tenor en el escenario y encuadrar el close up en el rostro emocionado de los funcionarios de gobierno.

Se agradece, lo digo con toda sinceridad, su gentileza al aceptar la invitación para compartir su talento con miles de sonorenses. Desde ahora lo aplaudimos. Pero comparta con nosotros todo lo que usted considera lo más valioso, el punto excelso de su capacidad artística, vamos, haga de cuenta que está en el escenario de La Scala de Milán o del Metropolitan Opera House y no en el estadio de los Naranjeros.

Ofrézcanos lo mejor de Usted. Sí, el canto popular y los temas como "Granada", "Bésame mucho" y otros, son también parte del repertorio de los conciertos más exquisitos, por llamarlos de alguna manera. Pero resulta, don Plácido, que esos temas ya los hemos escuchado hasta el cansancio, incluso en la voz de Usted, no en persona pero sí a través de la televisión, en discos y en la radio.

Ahora complete el noble gesto de venir para acá y dar a miles la oportunidad de escucharlo en vivo interpretando los temas más apreciados por Usted . Un concierto para recordar siempre.

Pero por favor, insisto, en congruencia con su calidad artística dénos lo mejor de Usted y no se presente sólo para complacer vanidades de anfitriones que, se lo digo acá entre nos, perciben la cultura sólo como una sucesión de eventos grandilocuentes ad hoc a los intereses del poder político.

 

Los Pinos no es la Moncloa

Desde hace algunos años Manlio Fabio Beltrones ha insistido en la necesidad de crear un gobierno de coalición en México o algo parecido a un gobierno parlamentario, como los que funcionan en Europa. 

Ahora en su reciente visita a Hermosillo lo ha llamado "gobierno compartido" y lo fundamenta con razones válidas: El próximo Presidente de la República tal vez no alcance más del 35 por ciento del total de la votación nacional y su gobierno será un escaparate parecido al juego de las ferias populares, ese que llaman "Tírenle al negro", donde todos los opositores se darán gusto lanzando pelotas contra el infeliz mandatario.

Betrones sueña al parecer con repetir la gesta histórica de los españoles a mediados de los setenta, una vez desaparecido el Generalísimo Franco, cuando las diferentes fuerzas políticas, rivales históricos enfrentados a muerte, guardaron sus mutuos rencores para construir un país democrático. Fue el Pacto de la Moncloa firmado líderes de partidos, dirigentes sindicales y empresariales, todos unidos para enderezar la economía y la política.

Hacer esto en el México de hoy sin duda sería formidable, es necesario y quizá impostergable. 

Pero, siempre hay un pero, Manlio Fabio Beltrones no es Adolfo Suárez. Es difícil creer que un estadista como el español pueda ser equiparado con alguien que ordena construir un estadio de beisbol de mil millones de pesos en una ciudad de economía estancada y con la mayor parte de su población sumida en la pobreza.

¿Quién seguiría a Beltrones, además de quienes hacen negocios y ocupan puestos amparados por él?

Y no se trata sólo de él. ¿Quién puede confiar en un alianza con las miserias del priismo salinista y el nefasto panismo de Fox y los Calderón?

México, como España en 1977, necesita ver hacia adelante, sepultar el pasado cuanto antes, deshacerse de él, no acompañarlo en una aventura de sobrevivencia para quienes se sienten ya hundidos, con poder aún, pero históricamente despreciados.

Adolfo Suárez y el Pacto de la Moncloa enterraron al franquismo y fundaron una España moderna, más sana y grandiosa.

Eso no lo harían quienes han gobernado México en las décadas recientes. 

Quien llegue a Los Pinos en el 2018 no querrá compartir  con sus opositores ni una recámara de la palaciega residencia. 

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