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Andrew Paxman buscó y encontró al Jenkins estadounidense… y poblano

Álvaro Cepeda Neri
Sábado 18 de Marzo de 2017
 

Ex Libris

I.- Las más de 600 páginas de esta biografía son un capítulo de la historia mexicana a caballo entre el casi final del porfirismo, el auge de la Revolución de 1910, su final y la contrarrevolución.

En ese corto-largo período aparece el audaz William O. Jenkins (1878-1963). Un hombre más que “enigmático”, visionariamente pragmático: comerciante, contrabandista, textilero, empresario, corruptor aventurero, latifundista, cónsul, poblano, ávilacamachista, autosecuestrador, dueño del monopolio cinematográfico, benefactor, matón, capitalista y etcétera, etcétera como se puede ir descubriendo la vida de ese gringo que, a nuestro país llegó pobre, casi sin nada.

Y de empezar a vender calcetines llegó a ser dueño de una fortuna en bienes inmuebles, tierras, dinero en efectivo, “inversor” en relaciones políticas con los que estaban en el poder de Puebla y de Palacio Nacional desde Porfirio Díaz a López Mateos… ¡16 presidentes!, con especial influencia con Manuel Ávila Camacho (y los gobernadores de Puebla: Maximino y Ricardo). No tuvo más que una leyenda, por más que su biógrafo Andrew Paxman nos diga que tuvo la negra y la blanca.

 

II.- Lo cierto es que debe leerse esta tan punzante, veraz y completísima investigación que parece de novela histórica; y que en muchos sentidos lo es.

Pero, sobre todo un trabajo a conciencia rastreando la trayectoria de este incansable creador de negocios. Y es que a través de sus once capítulos, un corto epílogo, su abundante bibliografía, las notas y el índice onomástico, es por donde desfilan los nuevos ricos, millonarios y hasta multimillonarios que aprovecharon el final del porfirismo, la revolución, la posrrevolución y la contrarrevolución (ésta desde Alemán a Peña).

Uno de ellos, el primero, fue William Oscar Jenkins que se hizo famoso como “el señor Jenkins”. Y tal y como nos lo cuenta su biógrafo, fue un conquistador económico.

Un neocapitalistas para quien “la corrupción era igualmente esencial para la operación de su negocio de importaciones” y para todas sus demás actividades de transacciones y transas, por medio de las cuales invirtió y amasó una cuantiosa fortuna, desde Puebla, su residencia y centro de operaciones financieras, hasta donde le dio la gana expandirse.

 

III.- “Durante sus seis décadas agitadas, la carrera de Jenkins revela la sorprendente continuidad del capitalismo mexicano. Expone las rutas para hacer dinero, durante y después de la Revolución, disponibles para aquellos con conexiones políticas”.

Asegura el investigador, que “el mexicano (libanés) más rico de nuestras días” (Carlos Slim Helú) tuvo en Jenkins “una especie de mentor”. Y es que “Tanto Jenkins como Slim demostraron talento para comprar a precios de ganga” (Telmex, verbigracia, con la complicidad de Salinas de Gortari; y esto lo dice el suscrito de esta nota).

“Y ambos, parece, fueron expertos en proteger y expandir sus monopolios por nexos políticos”.

Sobre esa riqueza y su concentración, las élites políticas-administrativas se hicieron benefactores: ricos por complicidad y rateros. Y por debajo de todo eso la pavorosa pobreza, miseria, desigualdad, corrupción, impunidad… que impiden el desarrollo económico, político y social del país. Lo cual inevitablemente persiste, de Jenkins a Slim.

La excelente traducción es de Sandra Strikovsky.

Ficha bibliográfica

Andrew Paxman. En busca del señor Jenkins. Debate.-CIDE.-2016                                            

cepedaneri@prodigy.net.mx 

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