Si la política se rigiera por el sentido común y la lógica en las próximas elecciones presidenciales tendríamos a tres candidatos fuertes e inevitables, representante cada uno de las expresiones ideológicas que mueven al México de hoy.
Esos tres candidatos serían Andrés Manuel López Obrador, Manlio Fabio Beltrones y Ricardo Anaya.
Sin embargo la política suele ser enemiga del sentido común y la lógica, además se condimenta con la curiosidad y expectativas que generan los opinadores de todos los medios de comunicación, amigos y enemigos, columnistas bien informados o columnistas pendencieros, fatuos analistas, chismosos profesionales y una larga lista de mercenarios que a chaleco quieren incrustar a sus mecenas entre los candidateables no sólo para la presidencia de la república sino hasta para una modesta regiduría donde sea.
Así nos encontramos hoy distraídos con personajes como Margarita Zavala, esposa de quien propició la sangrienta y prolongada matanza que ha llenado al país de sangre y dolor. Ni siquiera el alegato feminista que la pinta como un ser autónomo, independiente de su marido, puede quitarle a Zavala la sospecha de ser una reelección disfrazada de Felipe Calderón. Como si no hubierna sido suficientes seis años de corrupción y de echarle leña a la lumbre de la narcoguerra. Así tenemos a doña Margarita dando exhibiciones desagradables como esa de apapachar a la candidata Hillary Clinton y después buscar la aceptación del círculo íntimo de Donald Trump.
Ella hace lo suyo animada por un marido ambicioso, como también lo hacen secretarios de estado que fingen ser discretos y bien portaditos con el presidente Peña Nieto mientras movilizan a sus propias tropas de voceros para que los dibujen como imprescindibles candidatos del PRI a la presiencia del país, aunque a ciencia cierta nadie sabe por qué diablos puede ser candidato José Antonio Meade, a menos que lo sea por el híbrido PRIAN, o cómo impulsar la candidatura de Aurelio Nuño cuando hay cientos de miles de maestros hostigados por la reforma laboral disfrazada de educativa. Osorio Chong suena más lógico, aunque pocos apostarían por el secretario de Gobernación de un país donde la gobernabilidad ha sido rota por el crimen organizado que manda en amplias zonas del país y está infiltrado en las esferas del poder regional.
Desde la izquierda se impulsa la falsa creencia de que Mancera o algún otro perredista pueden ser candidatos viables para la Presidencia de la República. Sí, pueden ser candidatos, pero nada viables. No se ve en el reducido espectro de las izquierdas un candidato con nivel competitivo, aunque sí puede salir uno con perfil reductivo apoyado por el sistema PRIAN para reducir 2 ó 3 puntos porcentuales a AMLO.
No deberíamos perder el tiempo apostando a ellos, pero son los partidos y sus jefes los que podrían hacer esa apuesta temeraria, además de los paleros que le inventan a cada uno cualidades sólo visibles para ellos.
Tampoco perdamos el tiempo con los candidatos independientes hasta hoy conocidos, ni con los que habrán de aparecer en los próximos meses. Un candidato independiente fuerte sería una impostura, porque sería mucho candidato, tal vez, pero nada independiente. Aunque no se descarta la posibilidad de inventar a uno de éstos si los candidatos del PRI y el PAN no pueden detener a López Obrador. Hay grupos de poder muy altos que no dudarían en crear un independiente como último recurso para impedir la llegada del tabasqueño a la mítica silla presidencial.
Y desde el panismo el único que puede colarse y competir al nivel de Ricardo Anaya sería el exgobernador de Baja California, Ernesto Ruffo, pero quién sabe si las élites azules lo dejen avanzar.
Por eso, ante la falta de otras opciones fuertes ya sea desde los partidos o desde la sociedad civil, la contienda del 2018 debería ser con los tres actores señalados al principio. Si usted conoce a alguien más, recomiéndolo antes que sea tarde.