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La poesía de Amado Nervo

Álvaro Cepeda Neri
Domingo 02 de Julio de 2017
 

I.- El amor a la humanidad y entre hombres y mujeres (que es tolerancia para las diferentes manifestaciones de la naturaleza humana, que a veces se vuelve contra ella misma: Marshall Sahlins: La ilusión occidental de la naturaleza humana, en breviarios del FCE); y el cantarle poéticamente con la ética del amor de que nos habla el mismo Marshall Sahlins, es propio de cada uno de nosotros a lo largo de nuestra vida. Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo fue el poeta nayarita-universal que optó por el seudónimo: Amado Nervo (1870-1919), y se dedicó a expresar sus sentimientos al amor-mujer; pues igual que Pablo Neruda (Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto), supo conectar amor y literatura (Martha C. Nussbaum: El conocimiento del amor, ensayos que exploran esa veta literaria del amor).

Hace 146 años que Nervo nació, y 97 que murió –sólo biológicamente– porque sigue vivo en su obra, sustentada no en algún metafísico supuesto, sino en su diario trabajo para forjar versos que resultan actuales: “¡Ay infeliz México mío!/Mientras con raro desvarío/Vas de una en otra convulsión/Del lado opuesto de tu río/Te está mirando, hostil y frío,/el ojo del sajón/¡Cese tu lucha fratricida/Da tregua al ímpetu suicida!/¿Surges apenas a la vida/Y loco quieres morir?”.

II.- Romanticismo puro. Sentimentalismo. Nuestro Nervo dejó sus creaciones desde el trípode: pensamiento, férrea voluntad y sentimiento, para elogiar al amor en sí mismo y el amor a la mujer-humanidad: “Pasó con su madre/Que rara belleza/Pasó con su madre/Y no obstante mi sed de ternura/Cerrando los ojos la dejé partir”.

Un 24 de mayo de 1919 decidió privarnos de su presencia, en el contexto de su vida agitada amorosamente, como cuenta de ella Ernesto Mejía, en su completísimo estudio preliminar a una colección de poesías (editorial Porrúa, Sepan cuántos, numero 171). Se siguen editando desde entonces, para recrear en sus lectores las pasiones del “te necesito porque te quiero” de Eric Fromm. Es conmovedor su libro: La amada inmóvil, que nos recuerda el poema de Manuel Acuña: Ante un cadáver, porque Nervo ve morir a su gran y único amor: la parisina Ana Cecilia Luisa Dailliez. Y por eso la inmortaliza en esos versos, subtitulando el libro: Versos a una muerta. “A quien conocí en una noche en que mi alma estaba muy sola y muy triste, la noche del 31 de agosto de 1901, y con quien viví desde entonces en la más cordial y noble compañía hasta el 7 de enero de 1912, en que murió en mis brazos”.

III.- Amado, amadísimo, Nervo, nos hace vibrar las cuerdas de los amores ya idos y los que persisten, aunque los dejemos pasar como aves volando en otoño, tal como el poeta. Y Nayarit, Nervo recorrió muchos otros países donde muchos de sus libros nacieron. Impregnado de un cristianismo conmovedor, el poeta, empero, no lo introduce para una religiosidad de propaganda, sino como un elemento de consolación ante la muerte, y un peldaño para vivir y desde ahí mirar lo que él quiere ver poéticamente.

Son sus versos una lluvia de palabras que bañan el sentimiento para que éste se purifique, y con su desbordado amor superar el escepticismo mediante el conocimiento del amor, como explora en sus ensayos Martha Nussbaum.

Y porque amó sus amores literarios y encontró el amor-mujer, es que Amado Nervo sembró versos. Así es como cosechamos los poemas que florecen en ese jardín (“las rosas cuentan cuentos perfumados”, dice Verlaine) y sus pétalos, constantemente renacidos, se depositan sobre el sentimiento para exclamar: “¡Vida, nada me debes! “¡Vida, estamos en paz!”.

Ficha bibliográfica
Amado Nervo. Poesías completas, colección Atenea y Porrúa. Porrúa Sepan cuantos

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