Se percibe en el ánimo colectivo molestia, inconformidad, de la forma de actuar de los poderes federales, principalmente del ejecutivo y legislativo. Razones sobran para ello: Los mexicanos cada día sufrimos el impacto económico del mal manejo de las finanzas públicas, las cacaraqueadas reformas estructurales, resultaron un fiasco, la delincuencia organizada y otros poderes fácticos, rebasan con mucho, a los tres niveles de gobierno.
¿Porque esa percepción?
Por la sencilla razón de que por el abuso con el que se conducen muchos servidores públicos y su posterior impunidad, las exageradas cargas impositivas a la ciudadanía, sin olvidar las consecuencias de la equivocada dirección de las gestiones gubernamentales, que “casualmente” benefician a las élites económicas y políticas, que se han acostumbrado a vivir en una zona de confort inmerecida; para todo ello el ciudadano común solo tiene una manera de describirlo: CORRUPCIÓN, y efectivamente, pero lo más grave es que está institucionalizada.
¿Pero, porqué hemos llegado a ésta situación tan preocupante?
Un factor determinante para ello, es que las políticas públicas mantienen marginadas dos tareas importantísimas que permitiría nuestro arribo a un estado de bienestar generalizado, éstas son la Educación y la Salud, que solo en el discurso se presumen logros, que están lejos de ser óptimos. Presidentes de la República van y vienen y los rezagos en esas materias se acumulan, los presupuestos que se destinan fundamentalmente son para el pago de nóminas laborales, pero la investigación, la aplicación de estrategias que resuelvan de fondo esas tareas brillan por su ausencia.
Un estado responsable, destinaría presupuestos promedio del 10% del Producto Interno Bruto, para que con ello los niveles educativos y de salud pública fueran óptimos, y tener una población sana, bien informada, competente, como lo hacen la mayoría de los países integrantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) del que México forma parte, junto con otras 29 economías mundiales, que se apoyan para resolver sus problemáticas locales, pero la mayoría cumple sus tareas, excepto el Estado Mexicano, por lo tanto, si nuestro país no cumple con sus responsabilidades en educación y salud, difícilmente llegaremos a niveles aceptables de justicia social.