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El olor a la guayaba

Alejandro Mungarro Daniels
Sábado 10 de Novimiebre de 2018
 

A Cocorit lo abandonaron, lo abandonaron de poco a poco,  lo fueron olvidando sus antiguos pobladores, unos por razones  naturales, es decir por la muerte, otros por esos  casos de la vida de buscar un mejor porvenir.

El poder económico y político  de finales del siglo XIX y  principios del siglo XX, se diluyó, se trasladó al naciente pueblo de Cajeme, luego Ciudad Obregón.

Cócorit es como la vieja canción de José Feliciano, con la diferencia que no cuenta  con colinas. A decir: Pueblo mío que estas en la colina, tendido como un viejo que se muere, la pena, el abandono fue tu triste compañía.

Está claro que Cocorit no alcanzó a morirse como pueblo, pero si  se alcanzaron  a morir muchas de sus raíces, de sus tradiciones, de sus riquezas históricas. Pero no murieron solas, las mataron.

Es claro también que quedan algunos recuerdo de este pueblo centenario, donde habitaron ilustres personajes, pioneros del Valle del Yaqui, como José María Parada, Gerardo, Jesús Antonio y Albino Parada, Vicente Mexia, Francisco Valenzuela ” Chico Prieto”, los hombres consentidos de Rodolfo Elías Calles que después fueron los pioneros de Ciudad Obregón.

Por razones no muy claras, desde hace  algunos años hay quienes quieren  imitar  o revivir pasajes bíblicos, como aquel de Jesús y su amigo Lázaro, cuando  Jesús  le dice lleno de ternura: Lázaro, levántate y anda.

Desgraciadamente en Cocorit  ya no hay río y sin  río no hay agua y sin agua no hay vida.

En Cócorit   ya hace  mucho tiempo que no hay feria de San Juan, es decir como las había antes, como la tradicional, que la hizo famoso.

A  reserva de dos o tres ya no hay edificios viejos que  hablen de su  pasado glorioso, de aquellos hombres forjadores de  la historia del Valle del Yaqui, de Rafael Parada que, cuentan, tenia mulas, lo equivalente a tener tractores  hoy en día, manadas  de mulas que trajo del Quiriego,  con las que se convirtió en constructor, manadas de mulas que  con su esfuerzo  construyeron los canales,  las mulas que eran la fuerza  para construir los canales de riego.

Ahora  otra vez se tiene por  fuerza que culpar al gobierno por dejar que se mueran tantos pueblos, y de algunos que no alcanzaron  a morirse, como Cócorit. Tal vez no hubiera sido mucho la inversión para detener  su muerte, no que ahora, con aquel remordimiento de conciencia o tal vez por intereses particulares o de grupo pretenden convertirlo en Lázaro y decirle: levante,  tú no estás muerto.

Pero no hay milagros, ni magia.

Los milagros ahora  quieren verlos por el lado de acuerdos de Cabildo, como si revivir un pueblo fuera cosas de decretos.

Alberto Cortez  dice que los  gringos compran siempre cosas viejas, recién envejecidas.

Tal vez  por eso a últimas  fechas, a algunos alcaldes les ha dado por reinventar un pueblo, en el que se  construyen casas nuevas como si fueran envejecidas para tratar de darle una imagen que no es la suya, como aquella muchacha que no cuenta con la gracia de  la belleza y a base de  maquillaje y de implantes la transforman en lo que no es, ni lo será nunca.

Ya no hay milagreros, ya no hay magia que pueda transformar  este pueblo  y volver a ser lo que fue y como fue, pueda que  a lo mucho se logre un poco de semejanza.

Dicen  que por ordenanzas de la autoridad, se deberán  construir   casas con olor e imagen de  antaño. 

 Como ordenanzas de una vieja dictadura.

Tal vez de esta manera, los hombres y mujeres de izquierda podrán  decir: La burguesía invade e  invadirá esta tierra y alguien  les dirá que es cierto, pero con la concebida razón  que ahora la burguesía también  transita por la senda del izquierdismo.

Pero qué necesidad hay de eso, ya no se puedan  hacer milagros ni sortilegios para transformar  un pueblo. 

Dicen que sin el agua hasta los aguacates empezaron a escasear, las  matas se secaron.

Hace algunos días, mi tía Lucia, a quien  la pobreza  la llevó por esos caminos que conducen a Los Ángeles, California, y le dio por  hacerse gringa con todo y papeles y ya sabiendo  el idioma  inglés, volvió después de  más de tres décadas de  ausencia y según me dijo, no sé que tanto habrá de cierto, que fue  a Cócorit  a comprar  cajeta de guayaba y que antes de llegar al pueblo le dio mala espina y un mal presentimiento  por lo que se respiraba en el aire o más bien dicho por lo que no se respiraba en el aire.

Con  ese idioma mocho que se les va olvidando a los que se van de aquí, mi tía  Lucia me dijo:

Oh nou, mi darme tristeza, Cócorit no haber cajeta, porque no haber guayaba, hasta que llegue de Guanajuato o de Tepic,  por eso cuando  yo llegar a Cócorit no oler a Guayaba.

En verdad no se qué tan cierto sea lo que me contó me tía Lucia, la de Los Ángeles.

Pero para animarla yo le conté que el Gobierno Municipal quiere hacer de Cócorit un pueblo mágico y ella me contestó: La magia de Cócorit, ser  el olor de  la guayaba, Cócorit ya haber perdido su olor.

 

 

 

 

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