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Que me perdone González Riande al invadir sus terrenos, y opinar acerca de una película con grandes promociones que imantan la curiosidad de muchos no cinéfilos, sino buscadores de entretenimiento casual.
En ese encasillado, invité a mi hija de 14 años a huir de la película cotidiana de inseguridad, balazos, secuestros, encobijados, incapacidad policiaca, refugiándonos en algún consulado cinematográfico en busca de diversión.
Revisando el menú, el platillo cercano a alguna referencia subliminal lo fue “Joker”, si, ese personaje de las historietas de Batman que intentaba con jocosas estrategias hacerle la vida imposible al bati-héroe de nuestras primeras fantasías.
En camino a la correspondiente sala, previa visita obligada al lugar de nominado “Dulceria” recordé bajo el prisma cine Cajeme cuando se anunciaba “con precios de la calle” algún cinéfilo concurrente de antaño diría, si ¡pero de las calles de New York! Por lo caro, yo actualizaría ¡de las calles de Dubái!.
En ese instante regresivo evoqué al Guasón, Arlequín, Gatubela y al Pingüino personajes “patiño” para el lucimiento de la justicia bajo el prisma norteamericano, encarnado por batman y Robin.
En la sala unos 40 asistentes, 10 adultos, 30 jóvenes 12- 17 y ¡10 menores de 7 años! Acompañados en su gótica aventura por sus respectivas mamás, juntos, esperábamos con ansias la Bati-señal que nunca llegó.
Y comienza así, la violenta aventura frustrante de inocentes evocaciones, con un guasón convertido en payaso o viceversa, aunque no sea lo mismo, quién nos enseña sus virtudes histriónicas al compartirnos sus problemas psicológicos que rayan en la psicopatía.
Para abrir boca en el menú rh, “el protagonista para quien la agresión que sufre por parte de un grupo de adolescentes será el detonador que avivará una violencia personal reprimida y secretamente cultivada durante largos años.
Esa violencia, desplegada a través de una serie de actos criminales, es fruto no sólo de una enfermedad mental asociada con la esquizofrenia, sino también de una acumulación real de agravios y maltratos que en Arthur – payaso de ocasión y comediante mediocre– han cultivado un agudo resentimiento social. La parte interesante y perturbadora de la película es el modo en que delirio y realidad se confunden en la mente del protagonista, e incluso también en la percepción misma de la historia por muchos espectadores” Carlos Bonfil.
Para abrir boca, mata a balazos a tres, asfixia a su presunta madre con una almohada, mata dos policías y en vivo se despacha al conductor de TV con un tiro en la frente, etc etc.
La cita trata de aceptar como penitencia, el problema social de los que tienen mucho y los que tenemos poco y la discriminación e insensibilidad de los que tenemos más en los distintos niveles sociales, o sea diría un personaje de los Supemachos, “cada uno somos en nuestro escalón, los parias del de más arriba”.
Esos entes sociales que expresan a través del daño, los graffitis, los rallados de cristales y autos, el quebranto de cristales comerciales y alguno que otro “Anarquista” desobediente de su mamá y abuelita quién hace casi omiso de la cartilla moral. Viene a cuento una anécdota, que corrió en la época de las protestas del acueducto por parte (dicen) de los agrotitanes y pueblo en general. El cuento es que… Al norte de la ciudad, en una avenida casi obscura, una camioneta doble cabina Lobo de Luxe le da un rozón accidental a un pepenador de cartón que va rumbo a la colonia Cajeme, el conductor no se da cuenta en lo alto de su valiosa cabina casi áerea del accidente, por lógica no se detiene, el casi atropellado, se levanta con trabajos y raspones, sacudiéndose el polvo levanta su puño al cielo en escuadra perfecta y grita “ Sí al Novillooooooo”.
Volviendo a la película, no dejó reconocer la actuación que deberá sin duda nominar a Joaquín Phoenix al óscar, ni al director Todd Phillips, ya que la temática es tan actual que no dudo que se haya asesorado de las notas rojas de cualquier periódico en el mundo o en Infocajeme.
A donde voy, y es el real motivo de esta crónica, el hecho de haber visto el terror reflejado en el rostro de un niño de no más de 5 años, acompañado de su insensible, confundida e irresponsable madre, le dije ¡saque al niño señora! No me hizo caso, trató de taparle los ojos, mientras se mordía las uñas intrigada en la película. Me pregunté, ¿dónde están las autoridades municipales quiénes deben de cuidar que estos sitios de entretenimiento cumplan y respeten el reglamento que corresponda, so pena de una multa?
Nota, no recomiendo dejar de ver la película Joker, solo les pido no lleven a sus hijos menores de 10 y no esperen ver a Batman, ni al Pingüino, Gatubela o Arlequín, verán a un pequeño Bruce Wayne que, según el director y los sangrientos hechos, no lo duden se convertirá de grande no en Batman, sino en Drácula. Es Cuanto
