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Mitofsky: 79% de los sinaloenses avalan decisión de AMLO

Sergio Ibarra
Viernes 25 de Octubre de 2019
 

Debo confesar que al momento en que un sobrino de los de adeveras, me hizo llegar los primeros videos de lo que estaba pasando en Culiacán, el jueves de la semana pasada, mi reacción se sintetizó en un solo mensaje que le devolví a través del Wathsap; primero el Estado de Derecho.

Nada, le dije, debe de estar por encima del Estado, del Gobierno de la República, es tanto como exhibir una debilidad a las narco acciones que se estaban desarrollando en esos momentos en Culiacán con gente armada por las calles, amenazando con estallar la violencia, liberando prisioneros de la penitenciaria, como sí ocurrió y amenzando con asesinar a las familias de los militares que habían participado en la detención de un capo que, ciertamente, a no ser que es hijo del Chapo Guzmán, no es, ni queriendo, un pez del tamaño que pudiera poner en riesgo la estabilidad de un país en todos los órdenes como realmente ocurrió.

Y no es que quiera uno sumarse a los miles de "estrategas" en seguridad que abundaron a lo largo del país ese jueves negro en el que el Estado estuvo en el puño del narco, pero cualquier cuico de esquina estará de acuerdo que lo que falló, y feo, en este caso, fue la estrategia que no hubo en el tal operativo, situación que, según se ha dicho por ahí --pero que nadie cree, por supuesto-- se dio de la manera más inesperada.

Es decir, que la detención del tal Ovidio se dio sin querer queriendo. En pocas palabras que no iban por él; que se trataba de un recorrido de rutina y de repente, "al reventar", el domicilio, ocurrió que ahí estaba el chico, tan contento como don Sebas.

Nada más falso.

Lo único cierto aquí es que quienes estaban al frente del operativo, seguramente que creyeron que iban por el clásico tipo que se festeja en el barrio con el cuadrafónico --el nuevo, me dicen-- a todo volúmen y jamás pensaron, nunca advirtieron en el avispero que se vendría encima.

Algo más o menos parecido a los hechos violentos que siguieron a la captura y muerte del capo Arturo Beltrán Leyva ocurridos el 22 de diciembre de 2009, en el municipio de Paraíso, en la comunidad de Quintín Aráuz, Tabasco, días después de que Beltrán Leyva cayera abatido a manos de un fuerte operativo de soldados de la Marina Mexicana, el 16 de ese mismo mes.

Ahí en esa pequeña comunidad vivían dos hermanos, la tía y la madre del marino Melquisedet Angulo Córdova que días antes había caído víctima del enfrentamiento con los escoltas de Beltrán Leyva.

En venganza, un grupo de sicarios se introdujó a la casa de los familiares del marino matando a sangre fría a la madre, dos hermanos y una tía de Melquisedet.

En este lamentable hecho ocurrido hace diez años tampoco se tomaron las debidas precauciones de asegurar o custodiar las viviendas de los soldados que participaron en este, que si bien fue un operativo en el que se cumplió con el objetivo, no estuvo excento de fallas como el descuidar la casa familiar del marino del que la misma autoridad dio santo y seña.

Volviendo con el caso Culiacán, situación en el que no se puede dejar de descartar un posible complot de parte de los que te cuento --si fueron capaces de matar a un candidato, ¿de qué más no serán capaces?-- esto se explica en dos puntos en los que nada tienen que ver la supuesta complicidad del Gobierno de López Obrador al conveniar, "dejar ir", como le refieren sus detractores con Fox a la cabeza a quien por cierto "se le escapó" el "Chapo" Guzmán en sus propias narices, en un carro de la lavandería del penal de "máxima seguridad" de Almoloya.

Con todo y la captura de Ovidio Guzmán, se está ante un operativo fallido en el que a López Obrador le tocó bailar con la más fea al ordenar "para atrás los filders", y cargar con esta que es una primera derrota, pero no la guerra.

Un fallido operativo por cierto del que tendrá que responder quien haya hecho mal las cosas y punto.

En sintesis, la reculada es la única salida, la única respuesta que tenía el Gobierno Federal para salvar una situación que, debido a esa falta de estrategia, a ese descuido, pudo haber terminado en el baño de sangre que hubieran querido aquellitos que a estas alturas ya estuvieran pidiendo la cabeza del gabinete en masa y acusando a López Obrador de genocida.

Mientras son peras, a esos que se quedaron con las ganas de salir a las calles a festinar la derrota del Gobierno ante el narco, Mitofski les tiene dos malas noticias: el 79 por ciento de los sinaloenses avala la decisión tomada por el Consejo de Seguridad encabezado por Durazo y avalado a su vez por López Obrador y, lo peor; el culiacanazo no pegó, no afectó en la popularidad del tabasqueño por más que el dueto miseria (Fox y Calderón) no han dejado de exigir el linchamiento de este y su gabinete de seguridad.

Sugerencias y comentarios; premiereditores@hotmail.com

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