• Banner
  • Banner
Viernes 31 de Ene de 2025
El tiempo - Tutiempo.net

Principio de subsidiaridad

Armando García Avendaño
Jueves 30 de Enero de 2020
 

Nos ha tocado vivir en tiempos que jamás nos hubiéramos imaginado. Tiempos en que es necesario volver a lo obvio; no por obsesiva terquedad ni porque nuestra ya deteriorada memoria nos lo haga olvidar como tantas otras cosas cotidianas; sino porque lo obvio en este tiempo se está negando oficialmente y con aires de innovación se pretende la originalidad de lo absurdo, grotesco, incoherente y falso.

Pero hay todavía pilares fundamentales que si bien, a veces no podemos defender como lo merecen, con sólidas argumentaciones, sin dejar de proponerlo a las nuevas generaciones, cuando menos nos queda la tranquilidad de vivirlos y ver vivirlos cada día, que es lo que finalmente cuenta.

Es así en el caso del PRINCIPIO DE SUBSIDIARIEDAD, que es tan complicado de enunciar, como necesario para la relación entre los seres humanos y, por fortuna, tan ejercitado por la mayoría de las personas que gozan de sensatez y buena intención.

Para empezar por la definición, que podría formar parte de nuestro catálogo de trabalenguas, reza así:

«Si el que debe hacerlo, no lo hace; el que puede, lo hace, por el tiempo que el que debe no lo hace y sólo en la medida en que éste no lo hace».

¡Tan complejo y formativo! ¡A esto nos lleva el sentido común! El padre de familia más limitado —si tiene la buena fe y el desinterés que da el auténtico amor—, lo practica a cada paso con sus hijos: el pequeñito debería anudarse las cintas de los zapatos; pero no lo hace porque tiene 2 años. El padre, que sí puede, se las anuda; pero sólo mientras el niño aprende (porque cada vez el padre le dice cómo) y en la medida en que no puede hacerlo; porque a esa edad sí puede buscar sus zapatos y llevárselos al papá. Y pasado el tiempo necesario, el primer día que el niño logre anudar esos cordones, será el último en que el papá intervenga en ese sentido.

Ejercitar la subsidiariedad es la forma más segura y eficaz de promover a las personas, hacer que se desarrollen, se superen y conviertan en independientes y autosuficientes. La sabiduría de los padres y abuelos, —aún los iletrados—, que tienen cordura y buena fe, les dicta que «la misión de los padres es llegar a no ser necesarios». Sabemos todos, que si esta meta no se logra el objetivo de la paternidad ha fracasado. No se ha alcanzado entonces, el cometido de hacer de nuestros hijos hombres y mujeres maduros, autónomos, capaces de hacerse cargo de sí mismos y, por ese camino, llegado el momento, formar una familia, y hacerse cargo de otros, para formarlos también como personas responsables, con posibilidades de contribuir al bien común.

No podemos dejar de mencionar los casos aberrantes en que algunos padres encuentran ventajas en desalentar la autonomía de sus hijos, a los que quisieran ver siempre comiendo de su mano, incapaces de alejarse de ellos y atentos a la voluntad de sus padres, que en algunos casos amenazan con el último recurso: “¡te desheredo!” para seguirlos teniendo a su merced.

La subsidiariedad, tan necesaria como principio directivo en la dinámica entre padres e hijos, no limita sus beneficios al ámbito familiar. Cuando es aplicada en el entorno laboral promueve el desarrollo de los trabajadores, que ven con complacencia el potencial que tiene esta actitud de las empresas y los patrones para permitirles escalar en responsabilidades y por supuesto en ingresos y en su capacidad directiva. Esta política laboral, también requiere de sensatez, cordura y buena fe, de parte de quienes deberían tener

interés en el crecimiento de sus empleados, y en atención a sus méritos en su desempeño, les facilita un progreso que no se limita al bienestar económico, sino necesariamente implica desarrollo en capacidades profesionales, proyección en lo familiar y finalmente es una promoción en todo el orden humano.

Pero por supuesto que hay patrones y empresas que perciben como una amenaza el crecimiento de su personal y se imaginan —no sin razón—, que, si avanzan en el desempeño de su oficio, pronto se convertirán en competencia. De tal manera que no vislumbran el bien común como un objetivo deseable para el bien de su país.

Pero si es tan importante en el orden familiar y laboral, la aplicación de este principio, es crucial cuando se trata de la relación entre gobernantes y gobernados. Puede decirse, con toda certeza, que el destino de un país estriba en cómo se ejerce la subsidiariedad. Todo depende de ello, porque para que se dispare el crecimiento económico, es indispensable que los ciudadanos encuentren atractivo y rentable ofrecer cada vez mejores bienes y mejores servicios que les posicionen ventajosamente ante la libre elección del mercado.

Es necesario que los gobernantes perciban claramente que en impulsar la madurez social, cívica, empresarial, intelectual, espiritual de los gobernados estriba la riqueza, y no solo económica, de un pueblo sino, por ende, la grandeza de una nación.

Hay aquí dos doctrinas contrapuestas. Por un lado, la socialista que quiere manejar todo desde un súper-Estado, macrocefálico, controlador, intervencionista, omnipresente, aniquilador de iniciativas independientes; porque esto le representa tener todos los hilos en la mano. Es un estilo fuertemente inclinado a las dádivas generalizadas, derrochador de bienes que no genera. Que navega con la bandera de Chucho el roto, que quita a los ricos para dar a los pobres. Causa, por cierto, muy popular y generadora de votos, pero necesariamente engañosa por no ser sustentable; ya que como el Estado no genera riqueza, la multiplicación de las argucias fiscales y de todo tipo para quitarle a los que producen para darlo a los que no producen, termina rápidamente afectando gravemente a los más desfavorecidos.

No son éstos, ociosos ejercicios mentales; sino hechos constatables en la historia reciente y en los días en que vivimos. No hay registro de un solo país infectado por el socialismo que pueda reportar progreso económico, incremento en el bienestar, auge de libertades y de derechos humanos. ¡Ni uno solo! Sin mencionar que la izquierda es la ideología —ya sin posibilidades de ser superada— más asesina de la historia, sumando cien millones de víctimas mortales sin contar las del terrorismo ni a los torturados, entre la China de Mao, la Rusia de Stalin, la Cuba de los Castro, la Venezuela de Chávez y Maduro, etc, etc.

Sólo hay que ver para dónde va la migración ¿de Venezuela hacia Colombia y Brasil o al contrario? Los pobres, ¿salen de los Estados Unidos en balsas para Cuba? ¿De dónde huyen las personas? Y es que no es muy estimulante vivir en un país donde hagas lo que hagas o no hagas nada, seguirás recibiendo lo mismo sin posibilidades de prosperidad, pero eso sí, en aras de la igualdad. Esto aniquila al espíritu humano, lo deja sin esperanza, le quita a la vida el sentido.

La otra doctrina, la liberal, propone: “Tanto Estado como sea necesario; tanto mercado como sea posible” u otro enfoque: “Lo que puede hacer el individuo o la sociedad más pequeña que no lo haga la sociedad más grande” El principio de la subsidiariedad otorga prioridad a la autoayuda frente a la asistencia del Estado e implica que las entidades superiores ayuden a las entidades inferiores para que estas últimas puedan cumplir sus funciones. Ubica al individuo y a su familia en el centro del sistema social, en donde el

Estado sólo interviene cuando es inevitable (Schaeffler, 2003), esto es, cuando se presentan deficiencias y resultados no deseados que atentan contra el bienestar y la estabilidad social.

Es decir: “No le des pescado. Enséñale a pescar”

Con la intención de no extenderme demasiado.

Armando García Avendaño

garmando_2001@yahoo.com.m

Política de Privacidad    Copyright © 2006-2025 InfoCajeme.com. Todos los Derechos Reservados.