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La Boa y el Sapo

Raúl Héctor Campa García
Domingo 14 de Junio de 2020
 

Fábula breve.

A callarse ranas, que va a predicar el sapo

De frases castellanas.

Había un extenso charco, rodeado de bosques y praderas, era el territorio gobernado por él Señor Sapo. Lugar donde habitaban distintas variedades de ranitas y sapitos, pero pululaban insectos, arácnidos, animales cuadrúpedos, reptantes, pájaros de cuenta y otros bichos. Su Reino era un charco “cosmopolita”. Todas las mañanas, temprano, muy ufano se paseaba croando por sus dominios, con el pecho henchido de satisfacción por el apoyo que le brindaba un respetable porcentaje de sus súbditos; y como a todo gobernante, lo saludaban con reverencia y adulaciones, donde los incondicionales más cercanos –como siempre- pecaban de un sumiso servilismo. Algunos le hablaban al oído.

Repetía que sus súbditos y él vivían feliz, feliz, en su entorno, y repartía abrazos y besos durante sus paseos; croaba de felicidad y aparente optimismo. Pero en su interior tenía medio de perder lo que con mucho tesón había logrado: su amoroso charco, donde creía que todos lo amarían, pues contaba con esa gran mayoría de “TOADLOVER”. Pero los demonios de otras especies del reino animal, le ocupaban y preocupaban dentro de su mente, sobre todo ciertos reptiles.

Todas las noches soñaba con una BOA CONSTRICTOR, que quería usurparle su Reino, era una constante pesadilla. En sus sueños se le aparecía ese horroroso reptil, a quién años antes, él le había quitado –soñaba- este Reino, pero no era una vil víbora que había expulsado de su paraíso terrenal; ¡era una Señora BOA! que el señor Sapo había confinado a una triste vida solitaria. Pero intuía, que su intención era derrocarlo para recuperar su añorado territorio. Ese gran reptil se lo quería comer, tumbarlo de su trono para quedarse con todo su hermoso charco, que por muchos años había soñado gobernar y por su terca constancia al fin lo había conseguido.

El Sapo, sufría de una crónica paranoia. Pensaba que ese solitario y grandote animal estaba confabulado con otros seres reptantes, de su misma familia, pero venenosos. Sin darse cuenta, que, dentro de su reino, en su corte real, convivía con algunos venenosos reptiles que pudieron inocularle esas tóxicas sustancias, que lo estaban desquiciando. Algunos súbditos del Sapo, sospecharon que, desde adentro de su charco le estaban provocando, un síndrome paranoico, caracterizado por la desconfianza y recelo de los demás, sufría un delirio de persecución, soñaba enemigos por todas partes, y en su cotidiano paseo mañanero lo manifestada con su también TOC verborreico (Trastorno Obsesivo Compulsivo “croarreico”). Alguien de su confianza lo mal informaba, quizás uno de eso pájaros de cuenta, le hablaba al oído, que la BOA CONSTRICTOR, pronto vendría por el Señor Sapo. Eso era lo que le provocaba sus angustias nocturnas.  Aún en su aparente “serenidad”, en su croar madrugador, frecuentemente se le escuchaba como un ligero eructo, “dispéptico”. 

Se olvidaba o no sabía, que la Sra. BOA comía principalmente ratones, ratas y otras faunas mayores; comer batracios no era su fuerte, pero con sus largos periodos sin alimentarse, quién sabe. Aunque La BOA no es venenosa, pero el Señor Sapo en sus agotantes sueños, sentía que el maldito animal, lo aprisionaba con su fuerza constrictora, provocándole una angustiante asfixia, y al momento en que se lo iba a tragar, despertaba sudoroso. Pero no era sudor, era su secreción que su cuerpo expelía, de sus glándulas a través de su piel, que le servían como singular mecanismo de defensa, principalmente una que secretaba por las glándulas sublinguales y salpicaba a todos sus gobernados por las mañanas, pero solo provocaba su efecto venenoso a los que no estaban con él. 

Sus seguidores súbditos eran inmunes de su venenosa saliva.

Cierto día, en el Reino de TOADLOVER, de repente aparece un reptil de aproximadamente, 6 metros de largo, que tranquilamente, zigzagueando por las orillas del bosque cercano al charco, buscaba su tradicional sustento que le mantendría, una vez digerido, un largo sexenio; quería una presa grande, bípeda sobreviviente del periodo Jurásico, qué, aunque no volaba como los pájaros, pero brincaba como chapulín. El animal que buscaba era un conocido Tiranosaurio Rex, que había formado parte de anteriores realezas y que ahora era parte del Reino de Sapolandia. Al verlo, los que corrieron fueron los sapitos y ranitas y otras especies menores, llenos de terror le avisaron a su Rey, gritando: ¡Es la Boa, es la Boa! Todos los sapos y ranas ¡lo saben lo saben!  ¡a que viene¡¡lo saben lo saben ¡. Con su angustiado croar exclamaba el Señor Sapo. Pero la Señora BOA, siguió tranquila su camino ignorando a los batracios, ella quería al Tiranosaurio brincador. Al no encontrarlo. Se conformó, con un pobre venadito que habitaba en la serranía, que bajó a saciar su sed, en el charco de los LOADLOVER.  El Rey Sapo, por el momento se tranquilizó. ¿Descubrirá algún día al pajarito de cuenta, aquel que, por sus oídos le inoculó la intriga, causante de su paranoia? ¿Quién será el tan buscado dinosaurio que se le escurrió a la Boa?

Moraleja: No seamos presos de demonios internos. Nos puede asustar nuestra propia sombra.

raulhcampag@hotmail.com 

 

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