I.- Cuauhtémoc Rosas L. (no sé todavía qué significa la ele), ha escrito sus reflexiones literarias-poéticas, desde que publicó sus primeras páginas en lo que fue el Diario del Pacífico, que fundó y dirigió el periodista Horacio Roldán Mexía (quien iba y venía a la cabecera del municipio de Cajeme, desde el municipio conurbado de Esperanza) y, desde entonces me comparte su literatura.
Quien esto escribe, en ese entonces enviaba colaboraciones a Diario del Yaqui cuyo, Director General era Jesús Corral Ruiz; y su director Carlos Moncada Ochoa, profesor éste de la secundaria “José Rafael Campoy”, y en el entonces Instituto Tecnológico del Noroeste que tuvo como director general al Doctor Julio Ibarra Urrea y después al Licenciado Alberto Delgado Pastor.
Éste dejó una mayor huella, y por él y sus alumnos de bachillerato fue que esa institución logró consolidarse y ahora es el Instituto Tecnológico de Sonora. Cuauhtémoc Rosas L., no estudió más que la secundaria, al tener que trabajar para ayudar a su familia.
II.- Uno o dos de sus poemas publiqué en la revista Ímpetus, donde los suscribía como “Kardos”. Escribe para él mismo, como muchos otros en el país que de vez en cuando asoman su pluma para pasar casi o totalmente inadvertidos.
He seguido con él una correspondencia en la que me envía sus creaciones, desautorizándome para publicarlas. Su divisa es: “Cada quién sus recuerdos”... ¿o su novela en ciernes?
Sigue viviendo en Cajeme, por su geografía más antigua, donde sobreviven los callejones. Fue alumno de Bartolomé Delgado de León, periodista y popular por su columna: ¡Y dígalo que yo lo dije!; las más sobresalientes de ellas se reeditaron en un libro. Rosas L., no ha dejado de escribir sin ya publicar y me dice que en cuanto junta sus escritos, los va tirando.
Algunos de ellos me los envía, con la petición de que haga lo mismo. “Cada quién sus recuerdos”, me dice, para que solamente el interesado se ocupe de ellos. Generalmente todos guardamos recuerdos, acordándonos de ellos en secreto. Y es falso que los grandes novelistas que (¿acaso, Proust?), nos han dejado sus obras memoriosas, pues solamente cuentan lo que les conviene para su trabajo y guardan en el baúl de los recuerdos lo que no quieren que sepamos los demás.
III.- Tengo –me dice Rosas L.– mis recuerdos y muchos de ellos tú los conoces, pero no todos; así como tú tienes los tuyos que únicamente te cuentas a ti mismo o los miras en los ensueños y sueños. Por lo tanto, hay que acordarse de los recuerdos, siempre y cuando no se cuenten los muy íntimos, porque encierran tormentas personales y emocionales que, de externarlos, ofenderían a otros y hasta pueden herir sentimientos.
Así que “Cada quién sus recuerdos”, extinguiéndolos con la muerte. Quienes escriben sus memorias nos mienten, ya que solamente dicen lo que les parece que debemos saber. Y Rosas L., sigue escribiendo allá en el Cajeme sonorense donde nos conocimos, y cada quien, “pata de perro”, como el “callejero” de Alberto Cortés, hicimos camino, según los versos del poeta: “no hay camino, se hace camino al andar”.
Ya en algunos Ex Libris me referí a su obra, sentenciada a muerte por el mismo autor; ahora solamente digo que ese escritor se llevará (porque asegura que lo incinerarán) al fuego sus papeles. Dejando de lado aquello de que “recordar es vivir” y mantener los recuerdos en el baúl con la leyenda: “Cada quien sus recuerdos”.
Ficha bibliográfica
Cuauhtémoc Rosas L. Cada quien sus recuerdos.
Impresos Cajeme.-2019
cepedaneri@prodigy.net.mx