NAMAKASIA
A fines de 1970, cuando me fui a radicar a la Ciudad de México, comencé a publicar una columna en “Novedades”, y antes de que entregara la primera al Jefe de Información, Luis Bojórquez, sonorense ya fallecido, me advirtió: “Cuentas con entera libertad para tratar cualquier tema siempre que no toques al Presidente de la República (Luis Echeverría) ni a Fidel Velázquez. ¿Y eso?, le pregunté, extrañado, en esta empresa no hay sindicato. No, me dijo, no lo hay, ¡ni queremos que lo haya!
Dos años después, el escritor Luis Spota me abrió las puertas de “El Heraldo de México”, en donde me repitieron lo de no tocar al Presidente y agregaron, nunca supe por qué, que tampoco al presidente de los Estados Unidos. Los propietarios de los grandes medios de comunicación le guardaban sumisión al Presidente y a cambio recibían abundante publicidad y apoyos para comprar el papel a través de la PIPSA. Algunas prebendas concedidas a periodistas famosos eran increíbles: el gobierno le compraba a Héctor Aguilar Camín, intelectual consentido desde la época de Salinas de Gortari, ocho mil de los diez mil ejemplares que editaba. Era el colmo de la corrupción.
Ahora que no se da chayote, todos aquellos periodistas de prensa, radio y TV, que vivían agachados ante los presidentes del PRI y del PAN, lanzan mordidas y derrames de bilis todos los días contra AMLO, que se niega a comprar adulaciones. Y como en las Mañaneras suele desmentirlos y los pone en evidencia con hechos documentados, se hacen los ofendidos y se quejan de que el Presidente los agrede; lo que en verdad pasa es que, como él mismo lo señala, ejerce su libertad de réplica.
El gobernador de Sonora más respondón a la prensa ha sido Manlio Fabio Beltrones. Recuerdo que cuando era candidato, dijo que si ganaba la elección invitaría a colaborar a ciertos elementos valiosos aunque fueran miembros de la oposición. El Imparcial publicó la versión de que NO invitaría a los miembros de la oposición. Cuando apareció la noticia, Beltrones la leyó en el aeropuerto de Hermosillo a punto de abordar una avioneta que lo llevaría a Ciudad Obregón. Desde el aeropuerto habló al noticiario de Fausto Soto Silva y le enmendó la plana a El Imparcial; además, en el discurso que pronunció en el Club Campestre de Cajeme, reiteró que habría gente de partidos de oposición en su gobierno. Y El Imparcial, volvió a publicar la nota adulterada. Pero las aclaraciones, que menudearon en el sexenio, las hizo por lo general mediante cartas enviadas a ese periódico. A nadie se le ocurrió entonces acusarlo de que limitaba la libertad de expresión.
Tampoco hay base para acusar al presidente López Obrador, pues si hace las correcciones pertinentes, subraya que tiene derecho, la banda de deschayoteados, de publicar lo que quieran, En la Mañanera de ayer puso en la pantalla, a la vista de todos, la primera plana del Universal en la que se anuncia, en grandes caracteres, la paralización de las industrias por la falta de gas, precisamente cuando se estaba anunciando que la crisis había sido superada. Y abajo, con recuadro, una de las críticas cantinflescas de Carlos Loret de Mola. Este periodista publicó que AMLO construía el tren maya para dar plusvalía a una hectárea de terreno que posee en Palenque. Con buen humor, AMLO le mandó decir: “Te cambio ese terreno por el departamento que tienes en Miami”. El valiente Carlos no le ha contestado.
En breve volveré a este tema, para estudiar el derecho de réplica del Presidente a la luz del Derecho Constitucional.
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