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Entre notarios te veas

Carlos MONCADA OCHOA
Viernes 06 de Agosto de 2021
 

Buen trabajo periodístico ofreció al público Proyecto Puente, con Priscila Cárdenas en la pantalla haciéndola de “referee” en el encuentro que libraron los juristas Héctor Contreras, presidente de la Barra de Abogados y José Julio Rascón, presidente del Colegio de Notarios, sobre las irregularidades (algunas de ellas, verdaderos atracos y fraudes) en el ejercicio del notariado

Las dos viejas causas de esta situación, dijo el licenciado Contreras, son: que el gobernador que va de salida premia los servicios de sus allegados con la entrega de patentes de notario, y que los notarios le heredan a sus hijos abogados la patente, como si fuera un negocio particular y no un servicio público. Los últimos 25 nombramientos han estado viciados. El mismo licenciado Rascón se vio obligado a confesar, a pregunta de su colega Contreras, que al fallecer su padre, que era notario, heredó despacho y nombramiento, y aunque sostuvo que a su favor había 14 años de práctica del oficio, confesó también que no había tenido adversario al frente en el examen que se supone deben sustentar los aspirantes.

Que no todo está podrido en Dinamarca, reconoció el licenciado Contreras, y puso como ejemplo de notario modelo a Gilberto Gutiérrez Quiroz, y yo me tomo la libertad de agregar a César Tapia Quijada y a mi profesor de Derecho Romano Fortino López Legaspi, que obtuvo honores internacionales por su sapiencia.

Para el caso de que sean de utilidad, aporto nombres de secretarios de gobierno que se convirtieron en notarios, y comienzo con el ilustre Guillermo Acedo Romero, que tuvo aquel cargo con los gobernadores Ignacio Soto y Álvaro Obregón. Sigo con Enrique Fox Romero y César Tapia Quijada, secretarios de gobierno de Luis Encinas. El gobernador Faustino Félix no dio notarías porque ninguno de sus dos secretarios de gobierno eran abogados, ni Alejandro Carrillo ni Carlos Armando Biébrich; tampoco Rodolfo Félix (aunque de él les contaré enseguida) ni Manlio Fabio Beltrones, pero sí López Nogales, quien favoreció a Miguel Ángel Murillo y Genaro Encinas. El notario Eduardo Estrella fue secretario de gobierno de Samuel Ocaña. Eduardo Bours fue enemigo de repartir notarías, recibió cien y cien dejó aunque por fallecimiento de los titulares autorizó tres sustituciones. Ahora hay 115.

En el sexenio de Padrés se formó una banda de notarios; doy santo y seña de sus tropelías en mi libro “¿Y Padrés, qué?” El peor fue el director de Notarías Octavio Gutiérrez Gastélum, que no se titulaba abogado al recibir el nombramiento, pero satisfizo el requisito a la carrera y de una vez, por sus pistolas nombró notaria a su mujer. Claudia Pavlovich se encuentra ahora bajo el fuego de la crítica porque le aseguró notaría al secretario de gobierno Miguel Pompa.

Notarios que recibieron por herencia la patente: Horacio Sobarzo, Luis Fernando Ruibal, Ignacio Magaña, Abraham Flores, el citado José Julio Rascón y algunos más, todos con papá notario.

 

RINDO TRIBUTO AL SECRETARIO DE GOBIERNO HÉCTOR PARRA ENRÍQUEZ

En 1991, a poco tiempo de haber tomado posesión de la dirección de El Sonorense, un compañero de carrera, con nexos de amistad con la esposa del gobernador Félix Valdés, me preguntó cómo me llevaba con el profesor Parra y le contesté que muy bien, éramos amigos y además vecinos en la misma calle. Él me contó entonces que el gobernador le había firmado el nombramiento de notario, pero por alguna razón inexplicable, ¨Parra, cuya firma era indispensable, se negaba a hacerlo y me pidió que fuera a decirle una palabra en su favor. No de buena gana, pues a las primeras de cambio supe que mi ex condiscípulo no se había sometido al examen que exige la Ley, le pedí cita al profesor Parra, que me concedió de inmediato. No tuve que hablar mucho. Sacó de un cajón el expediente y me mostró la firma del gobernador, a quien Parra había dicho: “Si me lo ordena como mi jefe, firmaré, pero me siento obligado a decirle que se molestarán los notarios porque aquí falta lo más importante”. Félix Valdés, a quien faltaban unas semanas para terminar su mandato, le contestó con voz fatigada: “Firmé para que mi esposa me deje en paz, dejo al criterio de usted firmar o no firmar, lo que deseo es irme de aquí con tranquilidad”. Y el profesor Parra no firmó.

carlosomoncada@gmail.com

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