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En mi opinión, en estos tres años de gobierno, López Obrador ha emprendido una revolución, pero ya que muchos le temen a esa palabra, sobre todo los vecinos del norte, la llama transformación. Es cierto que a diferencia de otras revoluciones -la francesa, la rusa, la cubana- no ha hundido en la cárcel, ni muchos menos asesinado, a los rivales de ideología, aunque ellos han de sentir que cerrarles el paso al lucrativo ejercicio de la corrupción equivale a la muerte.
Aunque con otras armas, combate duramente a los enemigos de la ideología que esparce cada mañana sobre la Nación mediante un procedimiento tan aburrido como eficaz: la repetición ad infinitum. Corre así un riesgo: el de cansar a la opinión pública.
Yo soy simpatizante, como ciudadano, de Andrés Manuel López Obrador. Admiro su pertinaz y larga lucha por arribar a la Presidencia y el hecho de que no se le conozca un solo acto de corrupción. Los reproches que le hace la masa anónima son intrascendentes, por ejemplo, que no habla con fluidez; pero el hecho es que cuando deja un espacio entre palabra y palabra encuentra siempre el término justo para explicarse.
Soy un simpatizante, repito, pero no incondicional. A veces disiento de su posición y no me parece justo que ponga en la misma bolsa a periodistas de plano corruptos y a periodistas dignos pero que no comulgan con sus ideas. Además, tiene colaboradores que no hacen esfuerzos por estar a su altura; lo dejan que jale solo la carreta.
Con todo, de ninguna manera estaría de acuerdo en regresar a los viejos tiempos del PAN y del PRI. Este Presidente es más patriota y mejor intencionado que todos sus antecesores. Tres años de trabajo no son para cantar victoria y pregonar que México ya está transformado, pero lo realizado constituye un buen comienzo. Bien vale la pena perseverar y no apartarse del camino.
CARRETERA DE PESADILLA
Este miércoles publicó El Imparcial un excelente reportaje sobre el estado de la carretera 15 o Internacional, la que comenzaron a “modernizar” hace once años y se halla seriamente destrozada en los tramos de concreto que los medios oficiales nos vendieron como eternos.
La carretera fue un tiempo la bandera política de Claudia Pavlovich. Llegó a fijar una fecha para que la inaugurara el Presidente AMLO, pero la Secretaría de Comunicaciones informó a éste que se hallaba lejos de estar terminada. Como en otros campos de la administración, también en éste fingió Claudia que gobernaba.
El presidente Peña Nieto si vino una vez e inauguró, con toda pompa, el tramo que va de Ciudad Obregón hacia la región del Mayo, precisamente donde comienza el grave deterioro de la cinta asfáltica denunciado en el reportaje en cuestión.
Como en muchos otros casos, uno se pregunta si el único recurso es lamentarse o si hay la esperanza de que se abra una investigación para dar con los responsables. Y le entra la duda.
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