Hubo un tiempo, creo, que el narco o el cacique o el gobernador que mandaban asesinar a un periodista tenía que pagarle bastante al pistolero. Como ahora es más fácil y hay más chamba en ese mercado, se han de conseguir asesinos más baratos, digamos, Cien Mil Pesos por muertito. La periodista Lourdes Maldonado, asesinada al comenzar esta semana, le había ganado una demanda laboral al ex gobernador Jaime Bonilla entablada hace 9 años. Era su patrón en la empresa en que trabajaba. ella calculaba que por sueldos caídos, indemnización y otras prestaciones, recibiría Medio Millón de Pesos. Si Bonilla pagó por matarla se ahorró 400 mil pesos.
De este caso, los periodistas que aún reporteamos en este valle de noticias, digo, de lágrimas, sacamos una enseñanza lamentable pero útil: que si a uno se la sentencian, para nada sirve ir a pedirle ayuda a uno del gobierno, así sea el Presidente de la República. Lourdes fue a una mañanera y le hizo saber a AMLO, y como quien dice a todo el país, que temía por su vida y sin rodeos señaló a Bonilla como su probable verdugo. A los carniceros les valió gorro la denuncia. Ahora que la asesinaron, los periodistas le preguntaron su posición al Presidente y éste les pidió que no prejuzguen. Y eso sonó, aunque no quiera uno reconocerlo, a defensa, pues lo que suele responder AMLO cuando hay delitos de por medio es que la Fiscalía es autónoma y hay que esperar el resultado de las investigaciones.
Y una enseñanza que habíamos aprendido hace tiempo, por muchas víctimas que se habían acogido, igual que Lourdes, al mecanismo de Protección a Periodistas y Defensores de Derechos Humanos, es que tal mecanismo no funciona. Ella llevaba en su celular un botón “de pánico”, que al apretarse se escucha en las oficinas de la policía para que manden inmediato auxilio. Nunca sabremos en qué momento vio o sintió la pistola junto a su cabeza, pero en el supuesto de que hubiera llevado el celular en la mano y hubiera aplastado el botón salvador, ¿usted cree que habría llegado la policía antes del disparo?
¡VIVA LA REGULARIZACIÓN Y SIGA VIVIENDO LA CORRUPCIÓN!
Con qué tranquilidad declara el Presidente que, por sus pistolas, quedan exentos se sanción los que han contrabandeado autos extranjeros en los últimos años, igual que los agentes aduanales que permitieron, moche mediante, que ingresaran a territorio nacional.
Al mismo tiempo, los distribuidores de autos que realizan su trabajo dentro de la ley (crean fuentes de trabajo, pagan impuestos, garantizan las unidades que venden y cumplen demás normas) son golpeados porque el contrabandista, ya con el carro o los carros legalizados puede venderlos quintándole clientes a los distribuidores.
Ni de broma ha prometido el Presidente que será la última vez que se lleve al cabo la regularización porque podría organizar otra antes de que termine su sexenio; la lanita que reciben los municipios de la frontera no les cae nada mal, y menos mal les cae a los meros fregones del contrabando que negocian las unidades chuecas por miles. Esta forma de corrupción la inventaron los odiados neoliberales a quienes mañana tras mañana se condena con amargas críticas. Pero, bueno, entonces les tocó a ellos; ahora les toca a éstos, a los incorruptibles.
Carlosomoncada@gmail.com