LA GRAN AUSENTE DEL Festival de Álamos fue la Universidad de Sonora. La sección “Noche de la Universidad de Sonora” faltó en el programa, luego de muchos años de que estuvimos disfrutándola. El grupo de excelentes músicos y cantantes que suelen enriquecer la fiesta avisó con la debida oportunidad que cancelaría su viaje. Cosas de la maldita pandemia. Ésta, por cierto, fue muy bien controlada. Sin pronunciar la frase de ritual: “Siendo las tantas horas me permito clausurar…”, el gobernador clausuró el festival con su discurso la noche del sábado. Nunca olvidaré cuando el gobernador Bours, que no llevaba reloj, dijo en una fecha similar: “Y siendo las horas que en este momento son, del día 30 de enero, declaro clausurado…”
EL MÉRITO PRINCIPAL del FAOT 2022 fue haberlo realizado en condiciones de salubridad y económicas tan difíciles, y lo reconoció el gobernador al felicitar efusivamente a Guadalupe Beatriz Aldaco. Yo no estuve en Álamos y no podría hacer un juicio fundamentado del festival, pero por lo que toca a las funciones de gala que vi en las trasmisiones de Telemax, de las que sólo me faltó una, desde el punto de vista artístico creo que fue de los medianos. Ya hablé de la superficialidad de Fernando de la Mora y su programación manoseada ideal para arrancar aplausos fáciles; y para asegurarlos, remató con el corrido de Sonora lo que siempre gusta a la naquiza. El gran tenor Javier Camarena no me impresionó aunque sin duda es su voz extraordinaria. Cantó también una programación ideal para no meterse en problemas técnicos, y si los hubiera tenido, su pianista acompañante se las sabe de todas todas en cuanto a salvar cantantes en apuros.
Y AQUÍ ESTÁ EL PERSONAJE DEL FAOT que me encantó ver de nuevo: el cubano Ángel Rodríguez, que por su cuenta ofreció un arreglo de la habanera de “Carmen” simplemente prodigioso, y antes de cerrar la velada, su cálida versión de “Las bodas de Luis Alonso”. Ángel vino al Festival de Álamos en 1996 como pianista de la mezzo Estrella Ramírez Era un muchacho tan flaco como ahora, aunque sin el ralo bigote y la barbita que se gasta. Hizo muchos amigos, como bien recordará Arnulfo Obregón, y el año siguiente volvió con la anticipación necesaria para preparar a los integrantes de .La Orquesta Típica de Sonora con nuevos números de repertorio. Los hizo trabajar (y aprender) como nunca. Era un negrero como director pero fortaleció a nuestros músicos de manera notable.
EN LOS AÑOS SIGUIENTES vino a participar otras veces al frente de dos o tres artistas (mujeres, siempre). Enloquecía al público cuando tocaba una conga u otra música guapachosa con una de las maracas colgada del cuello con la que enriquecía el sonido del piano. Gracias a su talento y su capacidad de trabajo era muy estimado ya en Bellas Artes y alrededores. Su situación económica había sido al principio muy dura. En 1997 estaba yo por volar de México a La Habana y me ofrecí a llevar a sus padres, residentes allá, lo que quisiera mandarles. Tuve oportunidad así de conocer a su padre, hombre de modesta posición, atento y cordial (Autorizo a mis amigos a que me pregunten qué le llevé por encargo de Ángel, pero que me lo pregunten personalmente pues no lo publicaré en las Redes)
Dejo pendientes algunas observaciones más sobre el FAOT.
carlosomoncada@gmail.com.