El gobierno de los Estados Unidos, fiel a su permanente política de intervención en los asuntos ajenos, financia a una agrupación que intriga contra el gobierno del presidente López Obrador. Éste lo ha denunciado en varias ocasiones durante las “mañaneras”, y como los gringos no se dieron por aludidos, les envió una nota por conducto de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Los gringos no se han tomado la molestia de contestar, y si les pega la gana, nunca contestarán. Son los amos del mundo, se pueden permitir esa grosería y, con mala suerte para nosotros, aplicar otros procedimientos más pesados de intervención.
¿Qué podremos hacer si la respuesta a la nota es negativa, o si la desairan con el silencio? ¿Hay algún tipo de represalia contra el gigante, por ejemplo, suspender la importación del aguacate, que los vuelve locos? Existe el recurso de la sumisión, que sería humillante.
Hay que recordar a grandes líderes de izquierda que se atrevieron a plantarse en actitud de reto ante el gigante: el gran Omar Torrijos, de Panamá, muerto en un sospechoso accidente de aviación (el general Antonio Noriega, no de igual estatura, pero con humos de independencia, fue secuestrado a punta de rifle en su misma patria y llevado a una cárcel gringa donde se consumió su vida).
La historia de Fidel Castro y su hermano es bien conocida; el bloqueo llevó al hambre y la miseria al pueblo cubano. Y el suicidio de Salvador Allende, de Chile. Y el caso de Venezuela y Hugo Chávez, que pudo sobrevivir unos años al menos.
Cuando en los años treinta el mundo vio con asombro el arrojo del general Lázaro Cárdenas expropiando los pozos petroleros, y ante la posibilidad de represalias por parte de países poderosos, el pueblo hizo fuerte al michoacano con una solidaridad ejemplar y sin grietas. Para evitar que el pueblo pueda dar hoy similar apoyo a su Presidente, la corrupta derecha mina por todos los medios a su alcance el prestigio de AMLO, a quien sólo le queda el recurso de quejarse y señalar a los que pugnan por recobrar los caminos del enriquecimiento ilícito.
Desde mi trinchera de ciudadano veo la escena con temor porque en ese laberinto que le han creado al Presidente ha de haber una salida, pero es difícil localizarla. Y él, dicho sea para terminar, no ayuda. Hace sorna de estadistas colegas porque no otorgan el beneplácito diplomático a quienes escoge de embajadores. Hablo del caso de Panamá,
La actitud de esos estadistas es odiosa, la verdad; pero quien gobierna un país tiene el derecho de rechazar a un embajador o a un cónsul y no está obligado, en rigor, a explicar el motivo. En otros términos, ¿para qué moverle?
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