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Ya no se escucha en los plantones que los periodistas realizan ante las oficinas de gobierno para protestar por la violencia mortal contra uno de los suyos (de los nuestros) aquel grito valiente que era exigencia: ¡NI UNO MÁS! Fue apagado por el bestial de los asesinos: ¡A´I VAN VARIOS MÁS!
Al caer asesinado en Zitácuaro, hace unos días, el periodista Roberto Toledano, Carlos Puig se apresuró a publicar su artículo “Cuatro en un mes. Cuatro”. Y lo mismo hicieron muchos otros periodistas en diferentes periódicos y noticiarios del país, todos arriesgándose a que unos minutos antes de que salieran a luz sus escritos perdiera fuerza el título porque ya serían cinco o seis los muertos.
Hasta hace pocos lustros, el periodista que denunciaba ante la autoridad local o federal que había recibido amenazas de muerte, se sentía un tanto protegido porque la autoridad, obviamente, vigilaría sus movimientos. Por su parte, las instancias oficiales crearon normas legales y mecanismos técnicos para que el periodista amenazado recibiera auxilio oportuno en caso de que los rufianes se atrevieran a agredirlo.
Hoy, parece que adrede los delincuentes apuntan sus rifles y pistolas precisamente a los que reciben la protección de las autoridades competentes (o más bien, incompetentes). Los mecanismos en cuestión no funcionan, son un fracaso. Es obligado concluir que la única solución lógica es eliminar a los homicidas
¿Estoy hablando de restaurar la pena de muerte? Por motivos filosóficos y por ética no apoyo esa sanción, la máxima. Pero es posible eliminarlos mediante sentencias agravadas que les impidan salir en libertad en poco tiempo. Que habrá que modificar normas penales, pues a modificarlas para que cuando abandonen las cárceles estén físicamente tan acabados que no puedan sostener una pistola. Y que no anden con que ya cumplió el reo asesino setenta años, o que está enfermo o que esto y aquello.
Y no estará por demás eliminar de igual modo a los violadores.
Estas consideraciones carecen de claridad jurídica, lo reconozco. Es un intento por desbrozar el camino hacia una solución. Que debe haberla.
EL CONGRESO, FLANCO SEGURO
La diputada Natalia Rivera Grijalva es la nueva presidenta del Congreso del Estado. De acuerdo con las reformas a la Ley Orgánica del Poder Legislativo, que
con éxito estrenó el morenista Jacobo Mendoza, Natalia seguirá en ese cargo sin las sustituciones mensuales que antes existían, y también cubrirá como presidenta los recesos de la Comisión Permanente.
Ni hay signos serios de que vaya a ser sometida a investigación la ex gobernadora Claudia Pavlovich, pero para el caso de que MORENA o cualquier otro partido representado en la Cámara lo proponga, Natalia será el dique que contendrá el intento. Por ese lado, la “ex” debe sentirse tranquila. Me acuerdo de un desayuno del Colectivo de Reporteros en el que Natalia Rivera, secretaria técnica del gabinete, era la invitada. Le pregunté que si se realizaría en verdad el proyecto de una desalinizadora en Empalme con un acueducto Guaymas-Hermosillo, pues el tiempo avanzaba y no se veía suficiente actividad. La hoy diputada respondió con expresión convencida: ¡Naturalmente que se hará! Hoy sabemos todos que mentía. Pero lo hizo con una sonrisa encantadora.
carlosomoncada@gmail.com
