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Domingo 24 de Nov de 2024
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Cuando la muerte ronda el huerto de la vida

Raúl Héctor Campa García
Miércoles 16 de Marzo de 2022
 

“Si la muerte pisa mi huerto, quién firmará que he muerto…” Joan Manuel Serrat (Canta autor y poeta. Barcelona 27 de diciembre 1943)

Hace tiempo, unos 4 o 5 años comenté en un artículo, que los seres humanos aceptan o ven con naturalidad la muerte del otro, lejano, pero “no se acepta” la muerte de quien nos une íntimamente; la familiaridad, incluso ni pensar en la muerte de uno mismo, como el final infranqueable de nuestra existencia; cuando se da naturalmente, y menos cuando es a temprana edad, accidental o por otras circunstancias: enfermedades, causas violentas o suicidios. En base a la sobrevida actual, promedio de 75 a 76 años de edad, algunas muertes antes de esta edad, pueden considerarse como “prematuras” o que no deberían ocurrir. De padecer enfermedad, ninguna persona está exenta. La muerte acecha en el huerto de la existencia, que, así como florece, también se marchita, muere.

Llegar a viejo no es una desgracia, no debe tomarse como tal, si en ese tiempo de existencia y a pesar de “algunos achaques” propios de la edad adulta, se encuentra uno lúcido y con posibilidades de motivación para seguir viviendo y no ser un “bulto” y arrinconarse, uno mismo o por la familia y por la misma sociedad, como si fuese el ser “viejo”, un material desechable e inservible. Llegar a viejo y seguir siendo útil a uno mismo y a los demás, es siempre una virtud que debe aquilatarse; por la familia y sociedad. Tratando de aligerar la carga a nuestros seres queridos, lo más que se pueda y no ser un bulto “cascarrabias” con prejuicios y perjuicio.

No hay una edad para morir, pero sí se puede hacer del tiempo que nos queda, sea poco o mucho, útil y tratar de disfrutarlo a cabalidad: con la familia, las amistades, las tertulias en familia o con amigos, sin excesos – no puede uno “excederse”, el mismo organismo nos limita-, ejercitarse físicamente, disfrutar una buena lectura, algún programa de televisión, ver algún deporte, participar con responsabilidad ciudadana, comer saludable con una o dos copitas de vino tinto etc.… sentirse vivo. Como bien, comenta el Dr. Federico Ortiz Quesada, en uno de sus variados artículos que: “hay que comer para vivir y no solo vivir para comer”. No ser muerto en vida. Pero Sí: morir viviendo a plenitud.

Los avances en las ciencias médicas ha hecho posible, en parte, la mayor longevidad de los humanos, pero en ocasiones la genética, la violencia, accidentes, excesos alimenticios, adicciones perjudiciales, impiden, a pesar de los esfuerzos de la ciencia, prolongar dignamente la existencia. “Después de 25 siglos, el pensamiento médico que se orientó a aliviar el dolor, prevenir la enfermedad y evitar la muerte, se vuelve una actividad enfocada a la promoción de la salud y la mejoría de la calidad de vida. Pero así como se dio el acelerado crecimiento en el saber médico, también se espera que más de la mitad del saber actual sea desechado antes de una década por obsoleta, para sustituirla por las nuevas ideas que se generan en todo momento y en menos tiempo. (Ortiz-Quesada Federico. Hacia un nuevo paradigma. Historia del pensamiento médico*. Rev. Médico Moderno. Año XLII No. 3. Nov. 2003).

Desde el principio de la existencia del ser humano, éste ha querido saber la razón de las cosas, inicialmente la ocurrencia del dolor, de la enfermedad y de la muerte*. El pensamiento médico antiguo, al inicio fue mágico o con un sincretismo entre lo sobrenatural o espiritual, ha persistido, pero menos arraigado, hasta nuestros días. El individuo se ha preocupado por el “saber de la larga vida” (Misma fuente*.Celso Castiñeira de Dios. El pensamiento mágico y el “saber de la larga vida”. Aproximaciones al lector). A pesar de los esfuerzos científicos, no se ha logrado descubrir la fórmula para la vida eterna terrenal. Quizás se perviva en el pensamiento de quienes nos aman, pero también se esfuma con la muerte de quienes nos recuerdan, al paso del tiempo.

Con Nezahualcóyotl, príncipe poeta azteca (de Texcoco), como en uno de sus poemas, nos preguntaremos:

¿A dónde iremos, donde la muerte no existe?

Más ¿por esto viviré llorando?

Que tu corazón se enderece:

Aquí nadie vivirá para siempre.

Aun los príncipes a morir vinieron, hay incineramiento de gente.

Que tu corazón se enderece:

Aquí nadie vivirá para siempre. **

Y en otras cuatro líneas, Nezahualcóyotl descubre el profundo significado metafórico de “flor y canto”, con que los poetas del Valle de Anáhuac comunican su mensaje:

Por fin lo comprende mi corazón:

Escucho un canto,

Contemplo una flor…

¡Ojalá no se marchiten!**

(**León-Portilla Miguel. Trece poetas del mundo azteca. Inst. de Investigaciones históricas. UNAM, 1978)

Y con Joan Manuel Serrat, diremos:

“Si la muerte pisa mi huerto, Quien firmará que muerto de muerte natural…

… Y me traerá un crisantemo el primero de noviembre, a saber. Quién pondrá fin a mi diario al caer la última hoja en mi calendario”.

Mientras existamos: disfrutemos sanamente de la vida, que la vida es corta, y el buen comportamiento importa.

(Desde) Culiacán de Rosales

raulhcampag@hotmail.com

@RaulHectorCampa1

 

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