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La impartición de enseñanza con horarios matutino y vespertino en las primarias fue aplaudido en su momento como un éxito. Y lo fue. El hábito de asistir a clases en la mañana, ir a casa a comer a mediodía y volver tres horas más a la escuela en la tarde creó en el subconsciente del muchacho la idea positiva de que estudiar y aprender carece de límites. Las mamás pudieron conseguir empleo, en los mismos horarios, para ayudar al gasto familiar. Hasta hoy, muchas dejaban a sus hijos en las puertas del plantel de camino a su trabajo y también los recogían al cerrar su propia jornada.
La secretaria de Educación Pública declaró que se tomó la decisión de retroceder a los viejos tiempos para ahorrar y emplear lo que se ahorre en abrir escuelas en las comunidades que no las tienen. El propósito es encomiable, lo malo es que para medio tapar un hoyo, cavan otro. En los dos planos la enseñanza será deficiente.
¿Y de dónde pudieron haber tomado dinero sin afectar lo que ya se había avanzado? Aunque no es responsabilidad del periodista hacerle la chamba a quienes arman los presupuestos, a mí se me ocurre que puede ahorrarse en los programas de becas para el cien por ciento de los estudiantes y en las pensiones para el cien por ciento de los ancianos. Que no se supriman, no, que se den esos apoyos a los estudiantes y los ancianos que los necesitan.
De mi infancia recuerdo que cuando nos disponíamos a ir a la fiesta de Navidad que ofrecían en la escuela, la víspera del principio de las vacaciones, mi papá nos decía a los hijos: “Si les regalan fruta o dulces, acéptenlos y den las gracias, pero no tomen zapatos ni ropa. Yo se los puedo comprar, pero hay niños muy pobres que de veras necesitan calzarse y vestirse. Dejen los zapatos y la ropa para ellos”.
Deben sentir bonito los que nos gobiernan cuando afirman con voz engolada –y lo afirman todos los días--: “Entregamos becas a todos los estudiantes y pensiones a todos los adultos mayores aunque ya las tengan del Seguro Social u otras instituciones”. Si racionalizaran el reparto habría que trabajar más en la selección de cuantos necesiten el apoyo pero se ahorraría dinero. Habría, sí, el inconveniente de que un tema ideal para hacerle a la demagogia.
REFLEXIÓN GRAMATICAL
Me perdonarán que insista, lo haré cada vez que me quede espacio para ello.
Cuando escribo en esta columna de “los hijos” de una familia, de las becas de “los estudiantes” y de las pensiones de “los ancianos”, se entiende que también me refiero a las hijas, las estudiantes y las ancianas. Las reglas gramaticales ordenan utilizar de esa manera el género masculino. Quienes dicen “los hijas y las hijas de la familia”, “los estudiantes y las estudiantes”, “las pensiones de los ancianos y de las ancianas” (o peor: “los y las hijas”, “los y las ancianas”, “los y las estudiantes”) atentan contra el idioma español. No hagamos más el ridículo.
carlosomoncada@gmail.com
