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Ya comenté que la iniciativa para plasmar el nombre de María de Jesús Guirado Ibarra en el muro de honor de la sala de plenos del Congreso fue derrotada. Una dama me ha reclamado que dejé a los lectores con la duda de si, en mi opinión, la señora Guirado merece el reconocimiento o no lo merece, y al pedirme que opine me pone una ingenua trampa, pues lo que yo esperaba es que busquen mi libro “De mendigar curules a reinas del Congreso” y se forje cada quien su propio juicio (aparte de que yo conseguiría vender varios libros).
No pocas veces el destino crea las circunstancias necesarias para que una persona logre, sin que se haya esforzado por sí sola, una posición envidiable. La profesora Guirado, nacida en Álamos, había puesto el pie en el camino de la política porque destacaba entre las trabajadoras de Navojoa en el ramo de la costura. Pero no se había fijado como objetivo conquistar una curul en el Congreso del Estado por la simple razón de que los cargos de elección popular les estaban vedados entonces a las mujeres.
Sin embargo, el destino puso a su alcance circunstancias favorables, para empezar, la reforma constitucional promovida por el presidente Ruiz Cortinez para abrir a las mujeres la posibilidad de aspirar a cargos legislativos; luego, el hecho de que el gobernador Álvaro Obregón, siguiendo el rumbo marcado por el mandatario federal, reformó en el mismo sentido la Constitución Política de Sonora; además, doña María de Jesús era hermana del hombre de las confianzas del gobernador en materia de seguridad, Manuel Guirado. Y alineadas así las estrellas, se convirtió en diputada local en 1955.
No hay antecedentes de que haya librado batalla en las casillas contra un rival, ni tampoco se sabe que haya promovido una ley a favor de las mujeres, o que haya promovido una iniciativa cualquiera. ¿Merece que su nombre aparezca en el muro de los homenajes sólo porque fue la primera diputada local?
Me atrevo a opinar en sentido afirmativo porque si bien no dejó la señora una buena hoja de servicios, el hecho de haber sido la primera diputada marca el inicio de una larga y penosa trayectoria de las docenas y docenas de mujeres que la sucedieron. Habría que manejar su nombre como un símbolo, tal como se recuerda al marinero Rodrigo de Triana, a quien le tocó en suerte haber estado oteando el horizonte desde lo alto del velamen cuando apareció la primera imagen de la tierra americana.
Además, la diputada Guirado salió de escena al cabo de tres años, y aunque no era ya legisladora, hay información sobre la lucha que emprendió con sus compañeras costureras para recibir la donación de un local para sus tareas. Pero no esperarán que les cuente todo lo que viene en el libro. Léanlo. Para eso escribe uno los libros.
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