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Jueves 28 de Nov de 2024
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De la satanización a la santificación

Carlos MONCADA OCHOA
Martes 24 de Mayo de 2022
 

Los restos del dirigente comunista Arnoldo Martínez Verdugo fueron conducidos y colocados ayer en la Rotonda de las Personas Ilustres. El nombre de este panteón que forma parte del Cementerio de Dolores fue durante muchos años “Panteón de los hombres ilustres” pero las mujeres, que viven en la eterna obsesión de feminizar el mundo, incluida la gramática, se quejaron. ¿Y nosotras, qué?, dijeron. Y el nombre fue cambiado.

Por vocación natural, Martínez Verduzco fue hombre de izquierda, cuando ser de izquierda no era leer a Marx y a Engels, sino luchar en favor de los débiles y los pobres. Y desarrolló los años más importantes de su lucha cuando el Partido Comunista no era reconocido por la Ley como partido. Carecía de registro. Participaba en las campañas electorales a sabiendas de que sus candidatos obtendrían votos de antemano nulos.

Sin embargo, cuando él fue candidato a la Presidencia de la República la situación había cambiado al menos formalmente y fue posible que su mensaje, de encaminar la nación al socialismo, fuera escuchado nacionalmente.

Hay una razón personal para que este dirigente me haya interesado siempre: nació en Mocorito, Sinaloa, en 1925, y ese mismo año y en la misma población nació una de mis hermanas ya fallecida.

Fue emocionante ver cómo le rendía homenaje ayer el Presidente de la República al casi toda su vida menospreciado Arnoldo Martínez. Fue como si se le hubiera hecho pasar, con un simple movimiento de la varita mágica (la varita del poder) del estado de satanización al de santificación.

 

ANIVERSARIO DE UNA HUELGA

En estos días, la primera huelga que paralizó a la Universidad de Sonora cumple 46 años. Duró nada menos que 92 días. La declaró el Sindicato de Trabajadores y Empleados de la Universidad (STEUS) como medida de presión para que las autoridades laborales les otorgaran el reconocimiento. Comenzó el 11 de marzo y terminó el 11 de junio. Los estudiantes perdieron más de tres meses de clases si se toma en cuenta que en esos 92 días hubo sábados y domingos en que se descansa. 

Nueve años atrás se había atentado contra la Universidad con la huelga de estudiantes, que también duró lo suyo. Pero no fue, en rigor, una huelga porque no fue movimiento de trabajadores contra un patrón, sino un enredo de intereses políticos.

¿Cuántos sobrevivientes quedan de aquellos episodios? No deben ser muchos y quién sabe si tendrán memoria que les permita revivir los hechos con acierto. Los que anduvieron en la bola les aplican un acentuado barniz de heroísmo con el que dan sentido a sus vidas. Nunca aceptaran que atentaron contra la máxima Casa de Estudios. Pero fue lo que hicieron.

carlosomoncada@gmail.com

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