La Universidad de Sonora suele inscribir hace años a miembros de las etnias que aspiran a una carrera universitaria, especialmente yaquis y mayos. Pero se registra un nivel de deserción que importa eliminar o al menos disminuir al máximo. Ése es uno de los varios objetivos del programa especial que se ha diseñado para asegurar espacios a los indígenas (el 2.5 por ciento en cada programa educativo) en el actual proceso de ingreso y lograr que concluyan sus carreras, cumpliendo así lo que prescribe la nueva Ley de Educación.
Según los estudios que ayer mostró la rectora Rita Plancarte Martínez a la prensa, la oferta a las comunidades indígenas es generosa, pues no sólo implica a n estudiantes yaquis, mayos, guarijíos, seris y demás etnias de Sonora, sino también a los hijos de tribus de otras entidades federativas que se encuentran domiciliados aquí. Por ejemplo, zapotecas.
Llama la atención que a cada uno del universo de 243 sujeto a estudio, se le anotó en la etnia de la que declaró proceder, es decir, se confió en su palabra. Expresaron el deseo de ingresar en las más diversas carreras, inclusive Arquitectura y Medicina, conocidas por el rigor con que integran sus matrículas. Los que tienen asegurada la entrada al programa son hasta ahora 82 en Hermosillo, Cajeme y Navojoa..
Este programa especial considera tres meses de acompañamiento a los nuevos estudiantes para que se asimilen al resto de sus compañeros y se sientan como ellos. Se les dará el apoyo que necesiten no sólo en el curso de sus carreras y la iniciación de prácticas profesionales sino inclusive, orientaciones sobre oportunidades de empleo cuando adquieran el estatus de egresados. La Rectora hizo énfasis en la vocación de servicio y solidaridad que enseña la Universidad al proponerse mantener al estudiante en la carrera hasta su conclusión, sin discriminaciones de ninguna índole. Creo (concluye el comunista) que esto equivale a fortalecer las raíces de las etnias; así se fortalecen también los tallos y las flores dan fruto. Que una vez titulados regresen a sus pueblos de origen es otra cuestión que será apasionante analizar en su momento.
¿ES UN CRIMEN CAMBIARSE DE PARTIDO?
Siempre se ha considerado normal el movimiento de miembros de un partido a otro. Si el ciudadano considera que le conviene la ideología de un partido distinto, o simpatiza con sus dirigentes, o cuenta con amigos que han dado el salto, no hace daño a nadie si también se cambia.
Quienes critican a su propio partido por aceptar a quienes vienen de otra organización lo hacen por temor a ser desplazados o superados por los que llegan. Están en su derecho de criticar, pero es más razonable y útil que luchen por la posición que temen perder.
Yo nunca me he afiliado, ni me afiliaré, a un partido porque la índole de mi profesión, el periodismo, me inhibe de condicionar mi pensamiento al de una doctrina o un líder. Pero defiendo el derecho de los demás a cambiar de partido y no una vez, sino tantas como el interesado crea conveniente. La Ley lo protege.
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