Siento que fue por mí, para que no lo estuviera molestando con mis quejas sobre el horrible calor y la falta de lluvias, que Dios descargó antenoche una muy copiosa sobre Hermosillo. Y lo hizo con el propósito de darme una lección, pues tenía programada una reunión de amigos en mi casa y el aguacero que disparó me la echaría a perder.
Pero diosito no contaba con mi astucia. En el último momento suspendí la fiesta porque se descompuso la refrigeración central y sólo funcionaba el mini de mi recámara. Ni modo que metiera ahí, en bola, a mis amigos y amigas. Está bien que nos llevamos, pero todo tiene sus límites.
Quien pagó los platos rotos fue mi fiel Quadrí, pues cuando pude abrirle la puerta del patio para que se guareciera en el pasillo estaba ya bien empapado.
Pero llevo un tercio de columna contando cosas intrascendentes. Y lo que quiero es manifestar mi seria duda de que el gobierno de la República pueda resolver de fondo, en lo que falta del sexenio, nuestro problema del agua, es decir, que haya suficiente para que bebamos los seres humanos y el ganado y para el riego de las siembras.
Llevar a realidad el Plan Hidráulico del Noroeste es un sueño y construir plantas desalinizadoras, que sería menos oneroso, aunque sin dejar de ser oneroso, ha causado ya comentarios negativos porque, dicen algunos con apresuramiento, el costo para el consumidor resultaría muy alto. Lo afirman así los comentaristas de café, pero no han averiguado si en los últimos veinte años que han pasado desde que el gobernador López Nogales dejó ir la oportunidad de construir una planta en la costa, la tecnología ha avanzado lo suficiente para abaratar costos.
Algún día vendrán años de vacas gordas que permitirán hacer las inversiones cuantiosas que esas dos soluciones requieren. Mientras, sería deseable que los gobiernos federal, estatal y municipales, trabajaran en dos frentes que permitirían ahorro considerable del recurso acuífero: la reposición de la red distribuidora, que deja escapar miles de litros a la calle, y la severidad en el cobro de los recibos.
Hay oficinas de diferentes niveles de gobierno en los municipios a las que no se atreven los funcionarios responsables a sancionarlos si tardan en pagar, como lo hacen tranquilamente cuando los que se retrasan son ciudadanos del montón, los que carecemos de influencias; mucho menos se atreven a cortarles el servicio. Si hicieran pagar parejo a todo el mundo, los ingresos por concepto de agua irían mucho mejor.
Atender con celo esos dos frentes no sería la solución, eso es evidente. Pero equivaldría a pavimentar el camino para cuando venga una administración federal que se atreva a salvar a los sonorenses de manera contundente y definitiva.
carlosomoncada@gmail.com