Seguiré comentando las falsedades que ha inventado el tipo llamado Hermes Ceniceros sobre la historia del Concurso del Libro Sonorense en el periodo 1991.1997. Escribió en el artículo ya citado que el Instituto Sonorense de Cultura no lanzó convocatoria en 1992 para participar en Cuento. El tontito no advirtió que Martín Piña ganó en Crónica y también en Cuento. Aquí esta su libro “Los piratas del barrio”, para probarlo.
Por cierto, la noche de entrega de premios, en la que el rector Jorge Luis Ibarra asistió como invitado, puse al descubierto que Piña había violado las normas de la convocatoria pues había presentado, en el género Crónica, el mismo texto que había impreso la Universidad con otro nombre. El asunto concluyó con una carta en la que el autor reconoce su falta y ofrece una excusa.
Que en 1993 faltó convocatoria para 5 de los 6 géneros, vomita Ceniceros. Se le pasó la mano como mentiroso. Armando Zamora fue premiado con “Equinoccios de la soledad” en poesía; Miguel Escobar Valdez con “Historias cortas”, “Ser y expresión en la frontera norte d e México”, de Marco Jerez (¡Uf, qué fatigoso es contestar las burradas!).
Que en 1994 no hubo convocatoria en Ensayo y Crónica. Se confunde el tipo con el Concurso de 1995, cuando el jurado declaró desierto el premio en esos géneros porque no alcanzaron a calificar los trabajos presentados. Y en 1996, de vuelta la burra al trago, digo, al trigo: que no se convocó en Cuento. ¿Qué hace entonces en mi escritorio este ejemplar de “Azahares al viento”, de Patricia Robles Payán, premiado ese año por Cuento?
En el afán de restar méritos a mi gestión en el ISC, vuelca elogios sospechosos sobre mi sucesor, Juan Antonio Ruibal (1997-2003), que publicó, según la memoria de la institución, 61 títulos en los que incluye uno que dejó pagado mi administración pero no distribuido, 7 de menos de 70 páginas, 2 de menos de 60 páginas, uno de 33, uno de 32 y hasta un “libro” de 22 páginas.
Gracias a mi equipo, entre 1991 y 1997 publicamos 111 títulos con un total de 250 mil ejemplares, entre ellos la segunda edición de la Historia General de Sonora que consta de 6 volúmenes y el formidable “Atlas de Sonora”, de Julio César Montané Martí.
Además, para evitar favoritismos de jurados locales hacia los autores conocidos que participaban en los concursos, utilizamos como jurados a escritores de Mexicali, Tucson, México, Sinaloa, La Paz, Chihuahua, Coahuila, Tijuana, Monterrey, sólo una vez invitamos a maestros de la Universidad de Sonora.
Yo había decidido dejar hasta aquí este juego de perversidades, pero he aquí que ayer se escuchó un rebuzno de uno de la banda de difamadores, y ni modo, cumpliremos el acto de caridad de ocuparnos de él.
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