Recomiendo con orgullo el comunicado de mis coterráneos cajemenses que defienden el agua que les roban a través del acueducto Independencia. Es lógico, legalmente fundamentado y rotundo, con la circunstancia de que está dirigido, con la precisión de un misil, contra el razonamiento mediocre y convenenciero de un “académico” de El Colegio de Sonora.
El comunicado lo puso en circulación Alberto Vizcarra, que mil veces ha demostrado la injusticia que comete el gobierno federal contra los productores del sur de Sonora, mientras le tapa el ojo al macho con el plan de justicia yaqui, el plan de justicia mayo y el plan de justicia guarijío. Un poquito de justicia por aquí y otro poquito por allá, nada para la región que produce alimentos para los mexicanos.
Este académico me hace añorar el tiempo feliz en que no teníamos académicos en la Universidad sino, modestamente, profes. ¡Pero qué profes extraordinarios! El doctor José Jiménez Cervantes, que enseñaba Filosofía, Ética e Historia Universal era “Parménides”; el licenciado Ricardo Valenzuela, educado en Europa, insuperable maestro de francés, era “el peloné”; el ingeniero Gómez del Campo, que llegaba con gorra texana inclinada sobre el rostro, “el gánster”. Uno que otro se salvó del apodo pero no del cariño que les tuvimos, y les tenemos en el recuerdo, siempre con el honroso título de “profe” junto al apellido.
No había “académicos”. Y pese a ello, amamos a la Universidad y aprendimos ¿Cómo ocurrió ese milagro? No hay explicación, como tampoco la hay del hecho de que ahora saltan como chapulines por todos lados los “académicos” y aprenden muy poco los alumnos.
A mí me gustaría que cuando menos se distinguieran los “académicos” por los buenos modales. Pero yo escribí una carta en noviembre del año pasado al académico que dirige El Colegio de Sonora solicitando un donativo de libros para el proyecto Biblioteca Cultura Sonorense, y aunque han transcurrido ocho meses no he recibido respuesta, ni siquiera negativa.
Van a decirme que comencé a hablar del comunicado de los productores del sur y ahora trato un tema distinto. Pero ¿no hizo peor revoltura el “académico” que se puso a hacer juicios sobre el atropello de “El Novillo”?
LA QUE DISPARA ES LA LEY
Aunque la inmensa mayoría de los mexicanos está de acuerdo en que la violencia no debe combatirse con la violencia, es innegable que les causó honda satisfacción la gallardía y el valor con que un puñado de oficiales y soldados del Ejército, repelieron la agresión de los delincuentes en Altar. Murió uno de los oficiales en el cumplimiento de su deber y lo lamentamos de veras. Pero murieron también maleantes y varios quedaron en manos de la justicia.
Que actúen igual, siempre, los elementos del Ejército, de la Guardia Nacional, de las policías estatal y municipales. No son ellos los que disparan balas y tumban a los delincuentes. Les dispara la Ley.
carlosomoncada@gmail.com