La rápida localización de antecedentes penales de cuando menos dos víctimas de la serie de homicidios registrada este fin de semana en Guaymas, confirma lo que hace tiempo es evidente: que los homicidios son el resultado, en la mayoría de los casos, de los ajustes de cuentas entre grupos de delincuentes.
Supongo, aunque sin seguridad pues carezco de conocimientos en asuntos policíacos, que los delincuentes con antecedentes penales en asuntos de narcotráfico, cuando salen en libertad de alguna manera los mantienen bajo vigilancia las autoridades, al menos para saber si cambian de domicilio, adónde, si trabajan y otros datos sencillos, y que no es necesario que los maten para descubrir su paradero.
Otro aspecto claro es que las fuerzas destinadas a guardar el orden de Guaymas y Empalme, alcanzarían a cubrir una región geográfica mucho mayor. Aparte de las policías municipales, hay agentes ministeriales del Estado, elementos de la Guardia Nacional, destacamentos del Ejército y de la Marina. Nada más la enunciación de estos contingentes debería paralizar la acción de las bandas en pugna. Y debería garantizar a los porteños un sueño tranquilo.
¿Y entonces?
Resulta triste reconocer que hay suficientes elementos para restaurar la seguridad y a pesar de ello no tener más que una pregunta: ¿Y entonces?
(Creo que estas consideraciones pueden aplicarse también a Cajeme, salvando la circunstancia de que no se encuentra, como los dos municipios citados, en la costa, aunque tampoco muy retirado de ella. Y asesinan igual: a la hora que les viene en gana sin riesgo de ser atrapados).
¡NO ME HABLEN MÁS DEL PRI!
Aunque conozca el negro historial de un delincuente, me apena a veces que lluevan sobre su cabeza furiosos adjetivos condenatorios. Por eso, aunque conozco la vida y milagros del partido que llegaron a llamar “invencible”, siento que sería un acto de caridad dejarlo solo en su agonía.
Un ex dirigente del PRI que todavía no se va con su música a otra parte, criticó hace unos días a los diputados Natalia Rivera y Pato de Lucas, que renunciaron, porque más atención les merecen sus intereses personales. No veo que sea criticable que cuiden, como todo ser humano, sus intereses personales si éstos son legítimos. El artesano, el carpintero, el escultor, si ven que no les sirve ya su vieja herramienta, cuidando su interés personal, que es realizar bien su trabajo, van en busca de herramienta y material nuevos. En el caso de los priistas debe estar de por medio, además, la vergüenza. ¿Qué me da más vergüenza: irme o quedarme?
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