Desde siempre, las inundaciones han causado considerables daños a las poblaciones de Sonora. Los jóvenes creen que las de hoy son peores porque no les tocó ver las del pasado, o porque entonces había uno o dos ahogados, y ahora llegan a una docena. Esto se debe a que hoy la población es mucho más alta que en pretéritas décadas.
Los funcionarios alegan que si bien hubo muchos daños en las siembras, los caminos y el pavimento, salió ganando la comunidad porque se recargaron los mantos fréaticos y el consumo está garantizado para este año y el que viene. En el Ayuntamiento de Hermosillo, por ejemplo, se alegran porque la bomba con la que nos roban el agua de la presa de El Novillo trabajará menos y menos tendrá que pagar el Ayuntamiento por concepto de energía eléctrica.
Lo que ha cambiado es el procedimiento para obtener recursos federales para remediar los daños. Antes (y este “antes” es todavía reciente) se realizaban gestiones para obtener fondos de urgencia, y aunque por lo general se conseguían, a menudo llegaban cuando ya teníamos encima una segunda inundación. Ahora se aprovecha que el Presidente viene con frecuencia para solicitarle los apoyos de modo directo porque no hay papeleo (ni manoteo).
Pero la actitud de muchos funcionarios municipales no ha cambiado. Si el último chubasco ya pasó, ¿por qué preocuparse por el que viene? Preocupémonos cuando lo tengamos encima, con suerte resulta menos agresivo. El ejemplo dramático es el de Empalme, donde cada vez que llueve un poco más de lo normal, los daños no sólo son materiales sino también de pérdidas humanas.
CORTINA DE HUMO O CORTINA DE LLUVIA
En esta ocasión, el vendaval sirvió para tender una cortina de humo sobre lo que de todas maneras parece muy claro. Que el Presidente de la República no hará nada para remediar el robo de agua a los productores del Valle del Yaqui.
Pocas veces he leído documentos tan bien explicados y tan certeros como los que han publicado los defensores del agua de aquella región para demostrar que la política hídrica del actual gobierno los perjudica, y peor que eso, perjudica al país porque frena la producción de alimentos que solía ir más allá de los límites de Sonora. Pero no es que los documentos en cuestión no se entiendan, lo que sucede es que sobre la realidad que pregonan prevalece un interés político: el de no molestar a los especuladores inmobiliarios que aprovechan las dotaciones de agua robadas.
Y el gobernador Alfonso Durazo tiene dimensión presidenciable. Lo inteligente es no alborotar aquí a las abejas africanas mientras haya la posibilidad de jugar esa carta en el venidero proceso electoral. Las reservas acuíferas caídas del cielo, combinadas con proyectos atractivos para el futuro, aunque no necesariamente se realicen, ayudarán.
En este sentido sí puede afirmarse que las lluvias de hoy son más útiles que las del pasado. ¡Sí, señor!
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